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Marta Ledri
/ Carnadura de la casa

Carnadura de la casa
 

I

La casa abre los ojos.
Escozor en sus párpados.
Trasnochada,
resbala por la sábana.
Bajo sus pies,
la frescura del piso.
De pronto,
la sorpresa,
desorden en su cuerpo.
¿Dónde quedó la media?
Tal vez bajo la cama.
Y ese vaso en la mesada
con el agua dormida?
El cuadro está torcido,
en el espejo, dedos,
almohadones caídos
(no hay gatos que la habiten)
Anoche,
repasó mentalmente
y esta fue su plegaria:
“Todo está en orden,
todo”
¿Qué pasa mientras la casa duerme?
Quién se empeña en que todos los días
se rearme?
Quizás sea sonámbula,
desvelo sin conciencia.
La casa juega, vive,
se habita
se recorre,
danza en el cortinado.
Mientras yo
huyo por el sueño
a buscar lo perdido.
Un viaje de intemperies
sin techos ni ventanas.
La casa me despierta,
se disculpa.
Sonrío.
Aún
no se ha peinado.

II

En el mantel, las migas
de un almuerzo con prisas.
Salgo al patio a alimentar el hambre
de algún vuelo.
Pliego la tela
con la ternura de un pañal
blanqueado en una chapa.
No puedo demorarlo con migajas,
hace tiempo voló.
Mi corazón también se dobla
para que los recuerdos aniden
para retener la tibieza de la infancia.

III

Amasar el mundo
Hay hambre de ternura.
Amaso un mundo nuevo
como si fuera pan.
Sin medida
sin peso
a ojo (intuición de mujer)
vierto
la espiga con sus soles,
la sal,
el agua
siempre el agua
que todo lo redime.
Tengo las manos limpias
para el rito sagrado
y la sangre caliente.
En el altar de mi cocina
mezclo,
reposo,
espero.
Leuda, se esponja, crece
la blanda criatura.
El mundo necesita de paciencia
para estar bien a punto.
Que alcance para todos
sin milagros de migas y de peces,
que alcance
porque es justo que todos
saboreen la alegría
de sentarse a la mesa
con un mundo muy tibio
que se ofrece
en la patena de los días.

IV

Desastre
Con la pasión
de un amor prohibido
llegó el viento.
Y fue malón de hojas,
salvajismo de lluvia,
cara pintarrajada de caléndulas.
No hubo escapatoria.
Cayó todo lo erguido,
cayó todo lo bello.
Desenfrenado,
pisoteó primaveras.
Hereje,
descolgó la cruz de estrellas y
las hundió en el río.
Entonces,
fue la noche.
Invadió mi jardín (y el de los otros).
Alarido mojado,
crenchas de sudestada,
degolló
con sed de savia
al árbol florecido.
Ahora,
está en la tierra,
Destino de la vida
volver a las raíces…
Recojo su esqueleto,
ordeno los manojos,
es mi réquiem,
mi culto.
Solo queda el recuerdo de su sombra.
La pira
calcinará una infancia,
una hamaca,
los nidos.

V

Los hijos se convierten en visita
hace tiempo dejó de ser la casa.
Ahora,
se achicó como todo lo viejo.
En los cajones,
buscan,
abren, cierran,
buscan
no saben qué.
Yo,

pero la infancia
en papel
de embalar
se durmió en un altillo.
Los espero
pero,
no ven
que cambié de lugar
el pesebre
que las luces son nuevas y
mi esfuerzo por la estrella en la punta.
Los disculpo
me digo:
“A cuál de los tres
no le gustan
las frutas abrillantadas “

 

Marta Ledri

Marta Ledri

Marta Ledri es de Gualeguaychú, Entre Ríos. Docente jubilada de los niveles secundario, terciario y universitario (UADER). Es Lic. en Letras por la USAL. Colabora con la revista colofón (CABA), el coloquio de los perros (Cartagena, España) y eventualmente en Revista OZ. Referente cultural de su ciudad, es reconocida como escritora y directora de teatro. En 1985 entrevistó a Jorge Luis Borges en su departamento de Maipú al 900.
Se especializa en teoría Literaria y literatura griega.
Es madre de tres hijos.