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Néstor Mux
/ Poéticas

“Una poesía sin profanaciones”
por Adrián Ferrero

Sobre Disculpas del irascible (poesía, La Plata, Libros de la Talita Dorada, 2009) de Néstor Mux
 

Como no encontrando del todo lo que busca del mundo (o no encontrando el mundo a su medida) Néstor Mux (La Plata, 1945) sí lo hace en las cosas cotidianas que rodean el suyo y sí lo hace en la poesía y el arte (incluída la música). El cuerpo de la mujer, los ancestros, los hijos que lo buscan o recíprocamente, anécdotas que aún lo sorprenden o lo hacen sonreír risueñamente (más distantes que inmediatas todas ellas). Recuerdos remotos que le traen lo que exitosamente fue vivir esa vida que tuvo de aventura tanto como de dignidad y de entereza no sin costos altos. Pero hay una ira que brota como rompiente cuando el yo lírico sale a ese otro mundo, hostil, que es en el que efectivamente nos toca movernos no solo entre signos (para um poeta) como extraños. Que es difícil, malicioso, mezquino, indiscutiblemente vulgar y poco grácil. Al que resulta imposible sustraerse porque el poeta está inmerso en él como en un gran lodazal. Se topa con esas personas que desprecian a la poesía o la miran con recelo, como afición pasatista, cuando no con sorna. Jamás como lo que es para Mux: un oficio y, más aún, un estilo de vida..En el colmo algunos llegan a ser depredadores de la palabra misma.

Con uua percepción magnífica del lenguaje en la que lo vuelve prácticamente transparente, Mux deja ver a través de él, al estilo de um cristal. Mux transmuta pasado, presente y futuro. Y logra como em un conjuro que ese pasado y este presente de la enunciación en el que aparentemente (y sólo aparentemente) el triunfalismo de la frivolidad y la acumulación de bienes coronan a los individuos, queden derrotados por la gracia victoriosa de la lírica. Logra que sólo les sea dado ver la fortuna a esos privilegiados: los poetas. Pero no porque sean una élite de visionarios  o de mesías sino porque se trata de personas sensibles al dolor, al prójimo, a nuestro entorno, a la musicalidad del lenguaje, a sus ritmos, a sus combinaciones y a su singular alquimia.

No le interesan ni la erudición, ni lo libresco, ni la cultura letrada en su costado de más oprobiosa exhibición o sobreentendidos intertextuales que, em definitiva, no son más que puro alarde (por más que reconoce maestros como Camus, Edgar Bayley o Joaquín  Giannuzzi, entre muchos otros: esto es, no es um hombre sin lecturas) . No le interesa dar una lección ni de estilo, ni de moral, ni de erudición ni de conocimientos. Mux no combina moraleja con estética ni tampoco imparte clases magistrales. No le hace falta ni exhibir ni demostrar nada. Simplemente “es” el poema. Procurar la didáctica en el poema resulta un ejercicio innecesario para hacer poesía y hasta la malogra porque la vuelve fatua. ¿Tiene sentido una exhibición de lo que se sabe, se ha aprendido, se ha leído? ¿o simplemente decir con palabras simples de modo elaborado no constituye el desafío mayor para un poeta exigente? Me inclino por esta hipótesis modesta. Por el contrario, va hacia las cosas a las que los poetas contemporáneos suelen tener en descrédito: los días contados, lo que proseguirá, algunas formas del destino y las preguntas que no tienen respuesta porque son inescrutables. Todo eso que se considera “démodé”, para Mux en cambio está “fuera del tiempo” porque son pregustas primordiales. En otros casos, puede que algunos poetas (varones o mujeres) lo consideren anticuado. Pero ¿acaso la poesía no debería preocuparse, además por romper formas, por nombrar de un modo distinto lo cotidiano, alumbrar de un modo diferente el mundo que conocemos, interrogar la existencia humana con uma claridad física y metafísica a la vez que con complejidad? E este estar pasado de moda lo que paradójicamente Le confiere a Mux su condición de clásico. Esto es: lo que para mí constituye un rasgo de coherencia, un atributo invariable en un creador, para otros de modo evidente es una forma del atraso. ¿Por qué una poesía debería ser obligatoriamente libresca? ¿por qué obstinadamente debería acudir a uma biblioteca? ¿es acaso un mandato? ¿o a poesía cuando es formulada en términos más simples (pero no simplistas) es tan difícil?  Es cierto: la gran poesía de todos los tiempos se ha vestido con ropajes histriónicos. No veo por qué ese habría de ser el único camino ni la única senda para un poeta inteligente. Puede perfectamente acudir a un camino según el cual la palabra es trabajada desde otros costados, desde otras formas, desde otra poética que no es ni ruidosa, ni escandalosa ni menos aún revolucionaria. Sí una poesía que se desplaza muy levemente de lo sencillo a lo más complejo. Y en ese camino en el que la escritura indaga, profundiza, cala, se formula preguntas importantes sin estridencias y con su buril aborda el lenguaje para dejarlo en un estado tal de economía, por un lado. De sabiuría, por el otro. De una palabra cuya densidad semántica se percibe pero al mismo tiempo no porque su lenguaje sea denso sino porque va hasta el fondo de las grandes cuestiones. Sin embargo, en ese abordaje de la existencia su lírica no pretende ser ni terminante ni menos aún definitiva. Deja la puerta abierta para que nuevas preguntas (y nuevos poetas) prosigan esse rumbo de modo insospechado.

Y la poesía de Néstor Mux, que es sinónimo de buena poesía, no está nunca por lo tanto pasada de moda. Porque no se aferra a moda alguna. Tampoco se queda aferrada a um tiempo que ya no existe. Entonces no envejece. A eso apunto. En todo caso, se interroga con palabras modestas (por lo humildes) pero nuevas a propósito de esas experiencias inexorables de las que ningún humano puede escapar. Somos seres finitos. Somos seres a los que nos suceden cosas buenas o terribles y en ese vaivén inescrutable no sabemos a ciencia cierta qué nos espera en el futuro. El poema, testimonio de esa misma incertidumbre, en Mux es testimonio de grandeza, en primer lugar. Pero tambien de una mirada que asiste al mundo contemplándolo de modo penoso (porque ve en lo que se ha convertido) y contemplándolo sin embargo de modo esperanzado (porque piensa que aún así las cosas pueden revertirse).

Los hallazgos son a mi juicio siempre acertados. Y son múltiples. En primer lugar logran uma mirada en espejo. Un lector que sin caer en sencillismos admira su capacidad de síntesis porque logra captar momentos fugaces en los cuales a partir de la grávida vida diaria se juegan los grandes temas pero sin ser nombrados, sino simplemente sutilmente indicándos, como quien leyendo un libro señala una frase relevante en su margen con un lápiz, tomando la precaución de no dañarlo. Porque la poesía de Mux, va de lo más simple de la mirada a una lente que agigante los fenômenos al punto de volverlos magníficos. A medida que progresa en el poema, en la medida en que se profundiza, se completa y logra un alcance que se proyecta hacia zonas del orden de lo metafísico: el lugar de las grandes preguntas.  En especial cuando un lector atento ata cabos y puede, mediante esos indicios, comprender lo indiscernible. En este sentido, la poesía de Mux es inductiva: va de lo particular a lo general. Esa es la “relojería Mux”, por llamarla de alguna forma. Va de lo sencillo a lo conplejo, de lo palpable a lo ininteligible, de lo material de la sustancia al pensamiento sutil. Va de suyo con los sentidos más recónditos del universo no siempre formulados bajo la forma verbal sino sugeridos y sugerentes.

Al mismo tiempo está ese otro lado de Mux: su modestia. Esa, preciamente, es la palabra con la que, en uno de los poemas, un día por la mañana, al despertar, mientras describe la ceremonia de preparar el mate, menciona y se menciona a sí mismo como “estos modestos poetas de provincia”. No hay narcisismo. No hay grandilocuencia. Este gesto de asumir los límites del alcance de una poesía (al menos en su radio de circulación, y consagración, no de excelência) que no aspira a grandes gestos teatrales que podrían devenir (en un punto) patéticos. La literatura no es eso. Y Mux sabe perfectamente en qué lugar está. Y en qué lugar ha elegido estar, lo que también suma sabiduría a la inteligencia. No obstante, una dimensión superior acontece. Y, situación de paradojas, lo modesto se vuelve virtuosismo, porque sabe de contornos y de coordenadas. Y sabe de la belleza incomparable. Esto sucede en muy contadas ocasiones en el arte, en el que los escritores están ávidos por consolidar una imagen pública ampulosa de sí mismos y de construir una obra por lo general ambiciosa que, en el caso no Mux no es prolífica pero sí contundente. De este modo, estamos ante un poeta bien plantado, seguro y, agregaría yo, un humanista. Esto es: alguien que se conoce, que conoce lo que hace, hasta dónde puede hacer y también sabe que él ha elegido. Pero, sobre todo, que tiene determinados ideales ligados a uma ética (no solo de la escritura) que son inclaudicables y muy próximos a uma estética.

Un hombre atento a la realidad social que lo circunda. Un hombre que mira en torno y escribe sin neutralidades. Un hombre que no permanece indiferente a esa realidad de la que él sabe es un privilegiado porque es capaz de nombrarla. Y nombrar ciertos hechos de una cierta manera constituye una suerte de mandato cuando no de una ética. Porque en Mux hay una ética del poema no solo por sus temas. Sino por el modo en que afronta la forma. Por el modo en que manifiesta su trayectoria en la poesía. Y por el modo en que también sabe que la poesía no es el centro del mundo. Ni, como quien lo dice con palabras más simples, “su ombligo. Por eso, probablemente, supo callar durante tantos años. Porque seguramente pese a esa lastimadura o de esa herida que ha de haber significado el no escribir, también hubo una dignidad tal en ese acto, que funcionó como un antídoto.

Un hombre atento a la Historia de la que sabe proviene, que no consdesciende ni a ignorar ni a pasar por alto lo macabro ni lo ilegítimo ni lo indignante ni lo éticamente repugnante. Interviene con su palabra en un universo ético/político en permanente deslizamiento pero ante el que hay pilares que son inconmovibles e indoblegables. Hacer buena poesía y decir ciertas verdades sin eufemismos pero con modales son algunos de ellos.  Y hacerlo de un modo que no sea pomposo, no es menos importante: es más bien un gesto definitivo y es el gesto fundacional de su poética, me atreveria a decir. Néstor Mux jamás procuró el escándalo. Más bien se perfiló desde sus comienzos como un poeta con perfil bajo que se ubicaba siempre por detrás de sus poemas. La poesia era la que siempre estaba por delante. O a un costado de ellos. De modo que evito el gesto presuntuoso de muchos, logrando así que su poesia fuera como su carta de presentación antes de ser leído.

Sin embargo, Mux se reconoce en algunas derrotas. Su atención al mundo “del espíritu”,  por llamarlo de alguna manera, corre pareja con esa incapacidad (o por desinterés o incluso falta de aprobación) por el lujo, el boato, las convenientes, los contactos o el lucro. Es aquí donde sí se permite ser irascible con el capitalismo industrioso que anda tras los pasos de nutrirse permantemente de acólitos y de una rapiña que aspira a inmiscuirse incluso con el arte y, en su caso, con la poesía. Mux, en cambio, encuentra su refugio en el amor de los suyos, en el amor que su mujer, como contrapeso de esa suerte de perturbación del carácter por asistir al espectáculo del canibalismo del sistema capitalista en el que los hombres se devoran recíprocamente. Los libros son mercancía pero la poesía es otra cosa. Como el amor, como el deseo, que no deben confundirse con el mero comercio ocasional de un cuerpo comprado. Atiende, compensativamente, a este otro arte, replegándose en la vida privada de los afectos, en una ética insobornable de los vínculos. Ética que no lo abandonará jamás tampoco en la concepción de una poética indestructible y que estará presente a lo largo de toda su poesía que en verdad es este libro una antología de su producción. Por otra parte, ese amor a la mujer, a una mujer en particular, del amor físico al amor espiritual, es una clave sensible narrada con sutileza (me recuerda a ciertos poemas de Juan Gelman dedicados a su mujer Mara) en la que el cuerpo ya deja de ser metafísico para ser fenomenológico, si así se quiere: acontecimiento de sustancia, de aromas, de fragancias y de tacto. Por otro lado, el aspecto alternativo es el contacto en el abrazo a través del encuentro con los hijos y sus objetos o ámbitos, a través de sus primeros pasos y de los accidentes que padecen. Y ese primer acontecimiento suscitador: su nacimiento. El punto convergente en que el hombre comienza a ser alguien distinto para siempre y devenir otro en una zona que no es difusa, sino que está marcada por límites nítidos.

Mux no puede encubrir ese hombre con carácter, con temperamento, com fortaleza que es. Y que es capaz de sentir tanto el repudio como el desprecio, tanto la bronca como la ternura: alguien pofundamente atento al contorno del mundo. Alguien capaz de experimentar las emociones primordiales. A los afectos más entrañables y también a la solidaridad con el semejante que ha sido desterrado y ofendido. Rescata Mux las grandes causas políticas de otros tiempos y sus banderas (los grandes relatos de la modernidad que ahora nos dicen han muerto, circunstancia que, convengamos, para cualquiera que recorra uma calle alma progresista mientras relee ciertos libros o los diários reviste uma mentira infame), los grandes ideales que no perecen porque eso sería sinónimo de postular que perece la ética. Puede que hayan languidecido. Pero no estaán suprimidos. Evoca la fortaleza de las Madres se Plaza de Mayo y también recupera la educación pública (sin dejar de reconocer la pauperización de la que es objeto), entre otros muchos aspectos ante los que se muestra dedicado. En tal sentido, es un supérstite porque se trata de causas de esos grandes relatos de la modernidad que él da por perennes. No permite la pretensión de deslegitimarlas. Sabe que haberse salvado de naufragios no es sinónimo de los triunfos colectivos que quiere para su prójimo. Que haberse salvado de caer en el abismo no es sinónimo de un Paraíso individualista. Mux aspira a una concepción del mundo en tanto que comunidad y a los sujetos en tanto que um colectivo, no como individuos. De ahí su repudio del individualismo tacaño.

Las disculpas prosiguen entonces a la ira (que puede ser ejercida quizás contra el mundo, quizás en el seno de un exabrupto familiar, quién puede saberlo o de uma conversación con el prójimo). Como si en toda su dignidad fuera importante mantener los modales no por impostura sino por buena educación y por integridad. Y porque, además, ni con los seres queridos ni tampoco con los demás coresponde ser ni descortés ni desconsiderado. Tampoco hipócrita. De modo que si ha habido algún tipo de exceso en el tono o en el carácter hay um acto reparador que viene a reponer la armonía de la urbanidad y desestimar el eventual desborde emocional. La palabra se enoja en esos casos y es necesario retroceder, replegarse y hacerle decir lo que no quiso decir pero sí afloró producto de una emoción violenta que percibió la injusticia o el maltrato o quizás, desbordada por ciertas circunstancias, inevitablemente estalló en la intimidad. Pero fue capaz, no obstante, de recuperar el buen modo, en palabras de María Elena Walsh (uma poeta que él me dijo estima).

Estos gestos de  Néstor Mux vienen a demotrarnos que su poesía que no busca sobresalir ni ser dramática, ni de gestualidades ni sapiencias innecesarias, menos aún escandalosa ni ditirámbica, acaso instructiva, evita incurrir en el afán exhibicionista. Es constitutiva de una moral de la forma y de uma moral a secas. Por lo tanto, de su ideología de la forma tanto como de su ideología a secas. Revisar algunos aspectos de la cultura sobre todo política y económica en cuanto a la distribución de la riqueza, de los bienes simbólicos y materiales y a la explotación de los hombres por lo hombres, sí lo es: porque la palabra está allí agazapada para compensar los desvíos. Una poesía que viene a preocuparse todavía por reponer una ética que ha sido expropiada, para ser honesta también como la forma (porque su estilo tampoco se vende a estéticas coronadas por el arte contemporáneo ni a efímeras modas). Una poesía clásica, como dije, sin veleidades, sin andar desesperada tras el afán por dar vuelta la poética o por ser menos aún um maldito. Uma poesía que no se resigna a aceptar lo inaceptable ni en el arte ni por fuera de él. Una poesía proclive a preservar los lazos de la lealtad. Y una poesía fiel a su historia y fiel a la Historia (es decir, a una tradición dentro de la cual se inscribe), son las notas que, con matizaciones, yo indicaría como los atributos sobresalientes (y los más inteligentes por outra parte) de un poeta sabio que ha aprendido mucho de su oficio y no lo ha ejercido em vano. No há escrito de más. Há escrito lo que considero era lo justo. Um punto, digamos, de armonía, pero también de equilíbrio. Una poesía sin trampas ni atajos. No es poco en tiempos de cínicos. No es poco en tiempos de profetas. No es poco en un tiempo canallesco de personajes acomodatícias que degradan nuestra condición humana o de otros que aspiran a venderlo y comprarlo todo. La poesía, para Mux, no se compra ni se vende. Eso sería blasfemar o profanarla. 

 

 

Néstor Mux

Néstor Mux

Néstor Mux. La Plata, Argentina, 1945. Ha publicado: La patria y el invierno (1965), Nosotros en la tierra (1968), Cartas íntimas para todos (1974), Como quiera que sea (1978), Perros atados (1982), Poemas (1985), Poesía reunida (2000), Papeles a consideración (2004), Disculpas del irascible (2009) y Nadie le pide que escriba (Libros de la Talita dorada, 2019.Obra reunida del autor 1968-2018). Mux obtuvo, entre otras distinciones, el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes (1967), el Primer Premio Promocional de Literatura de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires (1968), el Sello de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, Seccional La Plata (1968), la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (1968), el Premio Consagración “Roberto Themis Speroni” de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (1986) y el Premio Consagración de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires (1996).

Adrián Ferrero

Adrián Ferrero nació en La Plata en 1970. Es escritor y Doctor en Letras por la UNLP. Textos suyos se han publicado en el país, en México y en EEUU, entre otros, tanto en español como en inglés.
https://www.facebook.com/escritoradrianferrero/