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Simone Weil
/ Fragmentos

El deseo de luz produce luz.
Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención.
Es realmente la luz lo que se desea cuando cualquier otro
     móvil está ausente.
Aunque los esfuerzos de atención fuesen durante años
     aparentemente estériles,
un día, una luz exactamente proporcional a esos esfuerzos
     inundará el alma.
Cada esfuerzo añade un poco más de oro
a un tesoro que nada en el mundo puede sustraer.

….
 

Un cuento esquimal explica así el origen de la luz: El cuervo, que en la noche eterna no podía encontrar alimento, deseó la luz y la tierra se iluminó. Si hay verdadero deseo, si el objeto del deseo es realmente la luz, el deseo de luz produce luz. Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención.


 

El amor es la mirada del alma; es detenerse un instante, esperar y escuchar.




El esfuerzo por el que el alma se salva se asemeja al esfuerzo, por el que se mira, por el que se escucha, por el que una novia dice sí. Es un acto de atención y consentimiento. Por el contrario, lo que suele llamarse voluntad es algo análogo al esfuerzo muscular.

 

Simone Weil

Simone Weil

Simone Weil. París, 1909 – Londres, 1943. De una familia agnóstica de procedencia judía, luego de pasar por la Escuela Normal Superior, enseña filosofía en liceos femeninos de provincias, hasta que sus dolores de cabeza crónicos la obliguen a abandonar las tareas docentes. Vinculada a grupos pacifistas y al sindicalismo revolucionario, a finales de 1934 deja por un tiempo la enseñanza para trabajar en distintas fábricas. Llevada por esta necesidad interior de exponerse a la realidad, asumirá a lo largo de su vida distintos trabajos manuales y participará brevemente en la guerra civil española. Entre 1935 y 1938 tienen lugar sus sucesivos encuentros con el cristianismo, que la hacen cruzar un umbral, aunque sin cambiar el sentido de su vocación. Escribió numerosos libros (https://www.trotta.es/autores/simone-weil/628/). Estos son fragmentos de A la espera de Dios.

«Desde que descubrí a Simone Weil la leo con una constancia sin fatiga. No creo que haya una prosa reflexiva en el francés del siglo XX tan limpia y precisa, tan honda, tan afilada, tan poética como la suya». (Antonio Muñoz Molina en Babelia, 24 de noviembre de 2018).