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Carlos Marzal
/ Poemas
Los monstruos nunca mueren
A Felipe Benítez
Los monstruos nunca mueren.
Si crees que retroceden, si parece
que han olvidado el rastro de tus días,
tus lugares sagrados, tus rutinas,
el bosque inabarcable de tus sueños;
si sonríes, porque ya no recuerdas
la última noche en que te atormentaron,
ten por seguro que andarán buscándote,
ten por seguro que darán contigo.
Y entonces pisarán donde tú ya has pisado,
incendiarán tu bosque, tendrás cita
con ellos en su cama, jugarán con tus cartas,
beberás de su copa
y soñarán por ti castigos impensables.
Los monstruos nunca mueren.
Viajan dentro de ti, regresan siempre.
Son los pasos que escuchas
en el destartalado desván de la conciencia,
el ruido del somier de dos que follan
en el cuarto contiguo en que no hay nadie.
Los monstruos son las sombras chinescas que proyecta
un insomne demonio en la pared,
o el salvaje aleteo de un pájaro invisible
en un cofre cerrado; la llamada
en mitad de la noche, sin respuesta,
y es la respiración del monstruo
la que está al otro lado, jadeando.
Son el centro de un ojo
que no puede dormir,
porque no tiene párpado.
Pasa el tiempo, se pierde,
la memoria se pudre,
desolladero abajo de nosotros.
El amor se consume por obra de su fuego.
Los secretos terminan traicionándose,
cede la fiebre, el sol declina,
se nos muere la dicha del que fuimos,
el que somos se muere sin saberlo.
Pero los monstruos no.
Los monstruos nunca mueren.
Una oscura plegaria
Eterna madre, madre memoriosa,
ingrata madre, ya hemos vuelto a casa,
aunque nunca dejamos la casa de la madre,
dios del dolor, edad abajo, lluvia
sin guarecernos, tiempo echado a perder,
días en que pensamos que había escapatoria,
otro lugar sin ti, madre implacable,
era la plenitud, sus labios, esas noches,
lejos, allá, más lejos todavía, donde la desmemoria
urdía ensoñaciones, piensa: el fuego
que todo lo salvaba, te preguntas,
¿te salvó en verdad de algo?, piensa,
recuerda, y todo para nada, estás contenta, madre,
otra vez al principio, de nuevo otro desierto,
madre memoriosa, vuelve a jugar, es tarde,
madre eterna, ya he visto este jardín,
ya he vivido esta escena, ya he dicho, madre,
estas mismas palabras en otra vida idéntica,
ya he perdido esta misma partida, dios de la sangre,
estamos todos juntos, reunidos otra vez,
tanto camino y tanto perdido en el camino,
y todo para nada, madre eterna del mundo,
descansa ya, tranquila,
que tengas buena muerte, hijo, has vuelto a casa.
Carlos Marzal
Nacido en Valencia, España, en 1961, Carlos Marzal es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de su ciudad. Escritor y crítico literario, inscrito en la denominada Poesía de la Experiencia. Obtuvo el Premio Loewe por su obra Fuera de mí. Con la publicación de Metales pesados consigue los premios Nacional de Poesía y de la Crítica. También obtuvo el Premio Antonio Machado de Poesía. Aunque conocido sobre todo como poeta, ha sido codirector de Quites, revista de literatura y toros, y es articulista en diversos periódicos, traductor de varios poetas (Enric Sòria, Pere Rovira, Miquel de Palol) y novelista de éxito (Los reinos de la casualidad, 2005).