Tuerto Rey - Poesía y alrededores

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Irina Bogdaschevski
/ Poesía e incertidumbre

 

Sabemos que en cada siglo suelen cambiar las leyes de la estética y que con esos cambios se modifican inexorablemente los códigos idiomáticos correspondientes. A la larga, las transformaciones siempre resultan beneficiosas y prueba de ello son los aportes del gran poeta Alexandr Sergueievich Pushkin, creador del idioma ruso contemporáneo. Al no estar ya seguro de las bondades del antiguo idioma eslavo-ruso eclesiástico, Pushkin creó un idioma nuevo que le permitió toda clase de digresiones e incertidumbres, las cuales, si bien resultaron enriquecedoras, estuvieron sujetas a la prueba del tiempo, que demostró con creces la legitimidad de esos cambios. Las innovaciones que observamos hoy en todos los idiomas europeos se deben, en gran medida, a la ruptura de las estructuras sociales y a las sacudidas dolorosas que sufrió la conciencia colectiva. La nueva estética actuó negando los códigos estéticos anteriores, pero mantuvo con ellos lazos indelebles y por eso su crítica no debería ser terminantemente negativa.

En Rusia, todas las expresiones del arte fueron oficialmente maltratadas durante más de 70 años. Los escritores jóvenes, a pesar de que leían clandestinamente la literatura del siglo XX, permanecían en desigualdad de posiciones comparándolos con intelectuales de otros países, porque sus posibilidades de estudiar a fondo las nuevas tendencias en todos los ámbitos del conocimiento, se postergaban a causa de las mentes limitadas de los gobernantes. Por ello, los cambios posteriores en Rusia se transformaron en verdaderas explosiones. Las grandes presiones producen siempre reacciones violentas. Esto se refleja inmediatamente en el lenguaje: el escritor, el poeta, se solaza en poder usar palabras y expresiones prohibidas anteriormente, que eran privilegio del vulgo; recurre al lenguaje de los prisioneros de los campos de concentración (muchos intelectuales rusos pasaron por GULAG); descubre, de pronto, que el sexo y su lenguaje también son lícitos y se extralimita por el puro placer de sentirse liberado de los estúpidos tabúes impuestos. A pesar del capitalismo salvaje que impera aún hoy en la economía de Rusia, los aires, libres de contaminación, se respiran ya en su literatura, especialmente en la poesía. En la poética rusa, el fin del fundamentalismo y de las cerradas certezas políticas abrió las mentes y los corazones, aceptando la incertidumbre creadora y produciendo el crecimiento inusual de nuevas tendencias literarias. En los últimos tiempos, Rusia ha dado al mundo poetas de tal magnitud que, quizás, en el futuro, llamarán a esta época el nuevo "Siglo de Plata", comparándola con el auge de la poesía de la primera década del siglo XX. Comenzando con Osip Brodski, Premio Nobel de Literatura 1987, y sus contemporáneos Bella Ajmadúlina y Alexandr Kushner, aparecieron importantes poetas como Timur Kebirov, Dimitri Prigov, Victor Sosnora, Evgueni Blazhevski o Efim Breshin.

Osip Brodski (1941-1990), a quien la gran Anna Ajmátova destacó como el mejor poeta ruso de su generación, comenzó a escribir y traducir poesía a fines de la década de 1950. Se especializó en idiomas (inglés y polaco) y en Historia de las Ideas. Tradujo a los poetas Czeslaw Milosz, John Donne, Robert Frost, T. S. Eliot y W. H. Auden, entre otros. Su actitud ante la vida y la poesía se contrapone a la herencia de Maiakovski, con su poesía un poco declamatoria, de resonancias políticas, identificándose más bien con la poética de Osip Mandelstam, Anna Ajmátova, Andrei Bely y Boris Pasternak. Formalmente, puede considerarse un poeta moderno: equilibra las métricas y las formas estróficas más diversas, de las más simples a las más intrincadas. Sus escenarios atraviesan los más variados paisajes: Soho londinense, playa del Mar Negro, San Petersburgo, un pueblo mejicano, Moscú, recreación de Italia de los tiempos de Dante, Roma Imperial, etc. En sus poemas aparece el mundo oculto donde se fusionan los viejos mitos -en especial, los griegos- con la profunda religiosidad cristiana, volcados en una problemática cotidiana que se desarrolla poéticamente con el uso de técnicas muy modernas. Su actitud es la del hombre actual, trágicamente consciente del drama del Amor y de la Vida, enfrentados a la crueldad del Tiempo y de la Entropía. Dice Brodski en un reportaje: "¡Bajo tu control está solamente la posibilidad de contraponerte al mal! El bien se presenta a través de la intervención directa de Dios".

Brodski fue perseguido y juzgado en 1964 bajo la acusación de "parásito social" y "cosmopolitismo", y después de haber sido liberado del campo de concentración (¡gracias a los esfuerzos de Anna Ajmátova!), al principio de los años setenta, fue expulsado de Rusia, al igual que Rostropovich, Maximov, Siniavski y Solzhenitzin. Perfeccionándose en inglés, Osip Brodski comenzó a escribir en este idioma y, como su coterráneo Vladimir Nabokov, fue elogiado por los críticos literarios ingleses y norteamericanos a causa de la riqueza y originalidad de su lenguaje poético. En 1987, el Premio Nobel de Literatura le brindó a Brodski el reconocimiento internacional; a los 46 años fue el segundo Premio Nobel más joven de la historia después de Albert Camus. Murió en 1990. Aquí siguen algunos de sus poemas, según mi propia traducción:


Volverás a la Patria

Volverás a la Patria… Y bien. Mira a tu alrededor:
¿Para quién serías indispensable?
¿Quiénes te admitirían como amigo?
Cuando vuelvas, compra para tu cena
algún vino dulce con que brindar,
luego mira a través de la ventana y piensa serenamente
que en todo es tuya, sólo tuya es la culpa…
Y está bien. Agradezco. Gracias a Dios.

 

Estaba negro el firmamento

Estaba negro el firmamento, tan negro,
que no oscurecía más.
Tan negro, como las tinieblas de la medianoche.
Tan negro, como la aguja en su interior,
como los árboles altos de enfrente,
como el lugar en el pecho, entre las costillas,
como el pozo debajo de la tierra, donde está el grano.
Yo creo que nuestro interior es negro.

 

Por las huellas

Por las huellas que deja el taco, es el invierno.
Helándose en el campo, como objetos de madera,
las casas se reconocen entre ellas por los transeúntes.
Qué puedo decir del futuro, si solamente
los recuerdos en la quietud de la noche
-que hablan del calor de tu cuerpo cuando duermes-
mi cuerpo proyecta sobre el alma, como una sombra
sobre la pared, igual que una vela que al anochecer
proyecta la sombra de una silla. Y debajo del cielo,
tendido como un mantel hacia el bosque, está el aire
teñido por el ala del grajo, encima de la torre del silo,
que jamás blanqueará con esta nieve punzante.

 

Y con la palabra futuro

Y con la palabra futuro saltan ratones
desde el idioma ruso, y con toda su banda
roen el exquisito bocado de la memoria,
como si fuera el queso agujereado.
Después de tantos inviernos me es indiferente
qué o quién se encuentre parado en el rincón,
detrás del postigo de la ventana…
Y en el cerebro la nota "do" celestial no sonará,
sino solamente el crujido. La vida a la que,
como al caballo regalado, no se le miran los dientes,
nos enseña los dientes en cada encuentro.
Del hombre entero sólo se quedará la parte
de la oración. Del habla, en general, la parte del idioma.

En nuestra época, los cambios drásticos ocurridos en las ciencias físicas, que terminaron con las ideas deterministas, han demostrado que todo lo que existe en el mundo -y especialmente en el arte- debe ser replanteado bajo la influencia de un factor importante como es el tiempo. Lo que somos ahora y lo que seremos mañana no nos permite tener ninguna certeza y nos obliga a recrear constantemente lugares donde habitamos, sentimientos y emociones que nos embargan, hasta nuestro propio cuerpo, que sigue por el camino ineludible de la entropía junto con todo lo existente. Como dice el científico ruso-belga Ilya Prigogine en "El fin de las certidumbres": "Nosotros no engendramos las flecha del tiempo. Por el contrario, somos sus vástagos". En la poesía de Bela Ajmadúlina, una de las más talentosas poetas rusas de fines del siglo XX, encontramos muy temprano aquella "gran duda existencial" que tiene las paradójicas propiedades de ser, al mismo tiempo, amenazante y enriquecedora. Cultora de la severidad poética, eso no le impide llenar de lirismo cada estrofa y su encanto particular reside precisamente en la combinación difícil de rigor y emoción. En esta "Idea Vilariño" rusa, se reúnen la incertidumbre y el vigor expresivo, una síntesis ideal de lo femenino y lo masculino en la poesía.
Este es uno de los poemas de Bela escrito en la década de 1980:

La traición

Me traicionan. Me traicionaron. Y después
me olvidan. Yo misma soy culpable.
Y tengo que admitir con mi razón rendida
que me estoy volviendo loca, volviendo loca.
Y si están vendiendo las naranjas
y huele a naranjas todo el cesto,
entonces me parece que a mí me venden,
a mí me venden, no a las naranjas.
Cuando los padres echan al olvido
a sus propios hijos para distraerse,
pues me parece que a mí me traicionan,
a mí me traicionan no a sus hijos.
Y cuando a ninguna cosa le dan valor,
engañan, mienten, andan con los chismes,
pues me parece que a mí me traicionan,
me venden y me traicionan.

El poeta Alexandr Kushner, perteneciente al "Grupo de Poetas de San Petersburgo", del que Osip Brodski fue máximo exponente, presenta en sus poemas una gran concentración de ideas, plasmadas en palabras severas y libres al extremo, aparentemente limpias de la emoción individual, porque la experiencia personal se eleva en Kushner hacia la memoria universal.
Incluyo aquí un poema de Alexandr Kushner dedicado a su amigo Brodski:

Volvimos a vernos. Y hablamos temerosos.
Los quince años de marea, la blanca escarcha que sube
desde el océano y nos separa con sus jirones espumosos.
Es mejor dialogar en verso, no como hacemos en la vida.
¿Estás decepcionado? -No, un poco. ¿Y tú? -No demasiado. Quince años viví cabeza abajo, me refiero a tu hemisferio.
El prolijo Washington con su mentalidad soberbia y seca
a través de la ventana nos dedica su mirada.
¿No será un sueño? Pellízcame. Pero ahí veo una capilla
en falso gótico, a través de la ventana parece un centinela.
Pero, ¿por qué Washington? Tengo ojos secos y con brillo. Sería mejor conversar no aquí, sino en el cielo…

Osip Brodski habla así de su época: "Somos la generación que dudaba de todo, pero cuya mayor preocupación era memorizar a Osip Mandelstam y volver a ver al renacentista Ghiotto… Ellos fueron para nosotros mayores certezas que el pan de todos los días y los abrazos de todas las noches". A la generación más joven pertenecen los poetas Victor Sosnora, Oleg Grigoriev, Timur Kibirov, Dimitri Prigov, Evgueni Blazhevski y Efim Bershin. Victor Sosnora, la encarnación de los contrastes inauditos del mundo y el eterno adversario de la realidad "demasiado humana", pinta así su propio retrato: "Poseo los inútiles músculos del atleta/ junto con los áridos sentimientos del asceta". Oleg Grigoriev perteneció a la joven generación que siguió llamándose "Grupo de Poetas de San Petersburgo", que además de poetas nucleaba a otros artistas -pintores, grabadores, escritores- y que a su vez adoptó otro nombre grupal irónico y amargo: "Los Mitki", cuyo significado es algo así como los vulgares estúpidos. Se distinguían por su extrema marginalidad e intransigencia. Grigoriev fue un anticonceptualista consecuente, poseedor de doble personalidad: una, hecha de carne y sangre, sentía en su propio cuerpo el horror, la belleza y el accionar impredecible del tiempo; mientras la otra, la de afuera, su "otro yo", reía a carcajadas burlándose de su primer e infortunado "ego". Se suicidó en 1992. Timur Kibirov usa estrictas normas verbales pertenecientes a la época idiomática más ruin de Rusia, pero obtiene resultados sorprendentes, de una sutileza inesperada. Todo su estilo es una especie de permanente metáfora que, al exagerar la naturaleza de las cosas, se transforma en su opuesto. Es como el lenguaje del fabulista Esopo, pero al revés.
El siguiente poema de Timur Kibirov está dedicado a oro poeta: Dimitri Prigov.

He aquí la verdad, la belleza, el bien
con túnicas blancas y coronas de espinas…
He aquí a Dimitri Prigov (perdón por mi familiaridad,
su patronímico Alexandrovich no cabe
en la medida métrica del verso), ¡él grita,
él está vociferando, como si no pudiera verlos,
como si no fuera vuestro fiel servidor! Pero el hecho
es que él está sirviendo a la humanidad, ¡y de qué manera!

Dimitri Prigov es, al mismo tiempo, el autor y el personaje de su poesía y por eso crea una doble perspectiva estética para su lectura. Es un poeta conceptualista que revela, por medio del simulacro de un vulgar juego verbal y lógico, la permeabilidad de las fronteras entre el ser y la nada. En algunos casos, los críticos lo llaman "neoprimitivista".

Sale el cerrajero al jardín invernal…
Observa, pero al jardín ya le llegó la primavera.
Eso es lo que a él le sucede ahora:
fue un alumno pequeño, y ahora es cerrajero.
Y después aun más, luego vendrá la muerte,
y antes que eso, el tiempo de la vejez…
Y aun anteriormente, antes que todo eso,
antes él es y será cerrajero.

En otro poema, Dimitri Prigov toca un problema típicamente ruso:

Supongamos que soy un ordinario poeta,
pero sólo por culpa de mi destino ruso
me obligan a representar conciencia nacional…
¡Pero cómo hacerlo, si no tengo conciencia!
Habrá poesía, supongamos, pero falta la conciencia.
¿Qué es, entonces, lo que se puede hacer?

Al recibir el Premio Nobel, Brodski dijo en su ponencia: "Al poeta lo impulsan a crear, entre otras cosas, las razones inconscientemente miméticas: quizá la posición vertical del negro coágulo de las palabras en medio de una hoja en blanco… Eso parece que le hace recordar al hombre su propia situación en el mundo, las proporciones del espacio y del tiempo respecto de su cuerpo, de su propia vida". Pero, además, según las palabras de otro poeta ruso contemporáneo, Evgueni Blazhevski:

Cuando dejé de creer en los milagros,
cuando el pedestal se hubo liberado
al desaparecer las figuras endiosadas,
pude descubrir entonces el mayor secreto,
que la real belleza no estaba en el busto de Policleto,
sino justo en la soledad del pedestal violado.

A este poema le responde otro poeta ruso de la nueva generación, Efim Bershin:

¿Qué sabemos realmente, entonces,
de la vida de este pedestal vacío,
que se yergue como una blanca chimenea
en el parque otoñal, desierto y oscuro?
Sobre este fondo de la helada eterna
luce su presencia como la de un búcaro en venta,
y se ajusta, como una bota a la pierna,
al gélido paisaje deshojado…

Y el poema de Bershin termina así:

Está predestinado a tapar,
como un corcho, el insomne agujero
de la eternidad que amenaza devorarnos.

 

(Este texto publicado en esta página (inédito hasta el presente) fue leído por su autora en el Encuentro Internacional de Escritores "Las letras y el pensamiento 2000", organizado por la Secretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires y realizado en el Teatro Argentino de La Plata).

Irina Bogdaschevski

Irina Bogdaschevski

Irina Bogdaschevski Belgrado 1927. Es lingüista, especializada en idiomas eslavos, traductora, cuentista y poeta. Publicó artículos y estudios críticos sobre numerosos narradores y poetas rusos y tradujo, entre otros, a Vladimir Nabokov, Osip Brodski y Osip Mandelstam. Uno de sus últimos trabajos es la traducción de "Mi Pushkin", de Marina Tzvetáieva. Reside en Villa Elisa.