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Liliana Heer
/ El arte convulsivo (inédito)


El arte convulsivo
Diálogo periférico sobre un clásico argentino
      
 

El cuerpo convertido en imagen sonora puede entonar un coral de Bach y no estar solo en la muerte, o una cantata de Haendel y no estar solo en la vida.

Suelo pensar que el arte es convulsivo, contagioso, que pertenece a la civilización pero también a la locura. Desde ese vértice de inocencia lúcida, cada escritor no oculta ni borra el secreto, la interrogación permanente, el derecho de exigir un universo que incorpore el caos.

                          Cráneos al sol para que asome un torrente de lava.

El artista se guía por mapas inconexos y otras ayudas falsas, sabe que siempre se pierde, por eso capta la prisa, la ceremonia, el adiós sin despedida. Pródigo, roza la plenitud en los huecos del tiempo donde inmensas piedras detienen el martilleo mordiente de la letra.

Un día leí Impresiones, de Kitaj (La novela pintada), el intenso y extenso diálogo entre Julián Ríos y el pintor. Austria, Viena, Cacania y Kafkania. Primero el color, después el antídoto.
En  Doma de Carina Maguregui – novela de tintes bataillefoucaultianos -, un paciente entregado al sacabocado quirúrgico se masturba y al masturbarse amenaza la política hospitalaria, quiebra la secuencia lógica de lo visible, enarbola una oda al miembro “fantasma”. Eros palpita y en su palpitación, resiste.

Mis adicciones responden a intervalos: el territorio de captura sucede entre líneas. Bebo de los maestros, releo, me embriago una vez más. 
Leer es un vicio afiebrante, metastásico, polimorfo, una operación que implica riesgos, abre esclusas, privilegia escenas, transforma en propios los textos ajenos, inscribe en el mapa de los sentidos una secuencia siempre distinta y a la vez sobredeterminada.

Dicen que entre los americanos hay una facultad innata para hacer simultáneo lo ancestral y lo novedoso.
Escribir fuera del margen, desde los recovecos de la historia y más atrás, desde el relato fragmentario de lo que hubiera sido. Sumergirse en la fragua de lo imposible, encontrar y perder los rastros, la semejanza, la diferencia, el parecido, los decires, sus huellas.

Facta factorum, transitividad de hipótesis.
Hay algo más: La creación tiene el sabor del instante, exento de regateo, lo demás: tierra de estiércol.
Facta factorum. La creación no es un hecho, es un acto: comprime, yuxtapone, impulsa.
En esa línea construí este Diálogo periférico  sobre un clásico argentino
                         
                           El arte comienza donde lo que no puede ser
                          dicho puede ser mostrado, incluso exhibido.
Wittgestein

 
-Y si la traición de Astier en El juguete rabioso excediera el retrato de la clase media argentina con sus miserias y contradicciones para  poner en trance al melodrama, mito de origen de la novela y de una clase social. Si la imposición de apodos –La Coja, El Rufián Melancólico, Hombre que vio a la Partera, El Buscador de Oro- así como la rabiosa subjetividad expuesta como no se expone el lavado de ropa sucia delante de terceros constituyera el efecto Arlt de articulación del arte visual, léase del biógrafo, en la letra.
-¿Cuál es su pretensión, convocar al Fantasma de la duda?
-En realidad, mi intención es más humilde, estoy buscando El traje del Fantasma. 
-Por qué no busca algo más colorido.
-¿Por ejemplo?
-Los naufragios del apóstol en Los Lanzallamas: una escena de suspenso. En costas ásperas, pobladas de idólatras, profetas degradados predican el fin de los tiempos. Los versos del apóstol  convierten el cuerpo de los caminantes en remolinos de polvo y el grito canta contra la brisa antes de hundirse en la figura de una tradición milenaria. Vuelven los acordes encendidos de Los Hechos.
-Podría funcionar como ambientación, pero es demasiado solemne.
-Tyche. Cambiemos de personaje. Vayamos al fundador de la Sociedad secreta; el Astrólogo se define como hombre de acción, pero su discurso, más allá del pintoresquismo farsesco es el de un estratega.
-Eso es más interesante.
-El Astrólogo planifica en un universo de imposibilidad lógica la necesidad de instalar fábricas, conseguir vehículos, montar prostíbulos, escuelas y cinematógrafos en aras de promover la revolución que devolverá a los hombres la creencia perdida. Partiría de un cuerpo célibe, desde "una bisexualidad sin sexo como voluntad de poder cuyo modelo es la androginia", un cuerpo que aglutine al hombre y a la mujer, sus dos sensibilidades.
-No le parece excesivo. El Andrógino del Astrólogo está "más allá del macho y de la hembra", ha disuelto la diferencia entre los sexos, es un andrógino antierótico que desprecia la "sexualidad" e imagina al hombre futuro, perfecto en su soledad sin deseos. El amor parece haber quedado excluido, la pasión sofocada. ¿Usted se contentaría sólo con el acto de fecundar?
-¿Qué le ocurre con el amor? Tome clases con algún ingeniero y déjese de brujerías. La versión del Fausto sudamericano, fue estrenada en el Teatro del Mundo con distintas Margaritas...Creo que no me equivoqué al pensar que perseguía al fantasma de la duda. Sea coherente con su idea original. Avance y haga estallar el drama. Saverio estaría de acuerdo en maquillar a los actores, él dispone de una sustancia mantecoide como para desoxidar al hombre de una sola pieza, llámese Erdosain, el inventor, el humillado o la víctima de un destino metafísico.
-Pero cómo omitir que entre los protagonistas de Arlt siempre hay un novio que pretende eternizar su condición: sensualidad pura contra la rutinosa figura matrimonial y la barbarie de la procreación.
-Deme una prueba.
-¿Una “prueba de amor”?
-Por ahí vamos bien. La prueba de amor: el pequeño training en el pecado para acceder al tono de la dicha. Hay que pensar en el sonido, ¿qué instrumentos?
-Piano, por supuesto, el comodín de la comedia virginal. Un Albéniz enérgico coreado por Rigoletto, la Coja, la Ciega y El Verdugo.
-¿Muchos actores?
-Sí, pero también muñecos, alegorías. Fantoches ahorcados
moviendo sus sombras de capuchón en el muro y de pronto: silencio.

Liliana Heer

Liliana Heer

"Nací en Esperanza (Provincia de Santa Fe, República Argentina), una colonia agrícola fundada a mediados del Siglo XIX por suizos alemanes y franceses convencidos de su “función civilizadora”. Algo de “colonia penitenciaria” tenía esa extraña población. Disciplina y rigor eran los tonos que imperaban, matizados por festividades en las que el delirio voluntarista y los brindis engrandecían aún más el valor de ser “inmigrantes puros”. Yo veía a esa gente con el asombro que se experimenta ante un circo de gigantes. Ellos representaban un personaje hasta cuando se mordían la lengua. Como si todo hubiera sido público y en el rincón privado las máscaras se hubiesen fundido a la piel. Me resultó muy difícil crecer entre semejantes modelos. Primaba el estoicismo. No había palabras para lo subjetivo, y como no había palabras, proliferaban los síntomas."
Toda la introducción y mucho más en: http://www.lilianaheer.com.ar/

Este texto, guardado por un tiempo entre mis documentos, permanecía inédito. Decidí publicarlo porque me resultaba extraño que la querida Liliana Heer no estuviera entre los escritores de Tuerto rey. Creadora de una obra frondosa y esencial es, además, y fundamentalmente, una persona cuya calidez y generosidad sigue asombrándome a lo largo de los años. Sandra, 2014.