Tuerto Rey - Poesía y alrededores

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Mariano García Izquierdo
/ Verde y azul y poemas de La vida o La vida

Verde y azul


Todavía ando de asombrado niño
a veces
y me encuentro de pronto pisoteando con bronca
un cielo de rayuelas en un país que tiene
un aire de sirenas
un fatigado silencio y una humedad
que gasta el alma y las paredes.

Hago girar entonces en una calesita
todo lo que al paisaje le duele en los inviernos,
lo alivio del olvido
del barro y la pobreza
del cansancio que nubla
de los muertos llegados al fin solo a la muerte.

Me guardo en el bolsillo un potrero infinito
verde y azul en forma de bolita.
Me acuesto sobre un sueño
y sueño que te sueño en mi país
por donde ando de asombrado niño
a veces.

 

Tren de vida


Impronunciable.
lo demás tiene nombre:
mucha tristeza.

Urgente escribo
sobre el hierro mordido por las ruedas.
En la daga del aire y su brillo, escribo.
Sobre la fiebre de mi mano escribo.
Urgente a través de las cosas
que la brisa enciende y desparrama
sin espacio y sin  hora
ni sábanas abiertas o el furtivo hueco
donde el amor se escuda, escribo.
Al latido de los rieles
y al golpeteo de mi corazón urgente
manifiesto contra el olvido.

 

La vida o la vida


A Sergio Rigazio
 

Yo allá o vos acá.
No sé.
Lo que más jode de la muerte
es no poder contarla.
Y debe ser una novela fabulosa.
Una no novela
en un no lugar
en un no tiempo.
Road movie sin destino.
Y uno, solo, ahí
como un boludo;
todo el espacio
y toda la eternidad para mí solo:
Pero todos los muertos están así.
Solos.
Únicos.
No debería quejarme.

 

Internado

A Iván Wielikosielek
 

Tres noches sin dormir
sin poder leer ni escribir;
oyendo
obligado
los dislates de la radio nocturna.
Ni la angustia
ni la nostalgia
ni la tristeza creadora.
Nada.
El vacío absoluto.
Me veía sólo
caído en la oscura desesperación
de una noche sin fondo
con los ojos como ofídicas luces.
(Si fue por lo que hice este castigo
más duele pensar
que fue por omitido).

 

Tragaleguas


Hace tanto el sol
que es inútil la muerte.
Desde lo alto del viaducto
pasa, torso libre
un joven que toma mate
en su jardín suburbano
de amoroso cuidado.
La eternidad es esa postal,
su fuga hacia atrás. Estática.


Premio consuelo
 

Todos los amores son
este solo amor.
Va y viene el amor.
Cambia de rostro
de caderas, de ritmo.
Somos uno solo
y cuando uno desaparece
para uno
desaparecen todos
 

Donde el río se queda
 

Homero Esposito
 

La despedida está en la luz de los rieles.
Por esa acidez metálica y el río, lejos
la noche sobre tu piel quema mis labios
y las manos se enfrían bajo los besos
de desesperada partida.
Estamos en la orilla de las palabras
sin coraje para soltarlas.

 

Herida
 

La palabra está seca. Nada.
Las palabras apergaminadas
y su silencio adentro.
Alguien tensó el arco.
Alguien apuntó sin rumbo.

 

Mariano García Izquierdo

Mariano García Izquierdo

 

Mariano García Izquierdo. La Plata, 1935 – City Bell, 2006.

Aquí abajo se reproduce el prólogo del libro La vida o la vida (Álgebra y fuego ediciones, 2005), de Mariano García Izquierdo,
especialmente cedido para Tuerto rey por el poeta Iván Wielikosielek.

"a tus caminatas por la calle Montevideo y tus bolsillos llenos de poemas cruzando el puente

al poder redentor de tus sueños y al poema de ausencia que te dedicaba cada ocaso

a los chicos de la calle nueva york que jugaron tantos atardeceres hasta que un día desaparecieron como su niñez entera de la faz de este mundo

a los padres sin plaza que siguen girando alrededor de sus hijos perdidos como la propia sombra

a los niños huérfanos por siempre en ayunas del pan que la existencia no les dio

a los hijos que guardaron dentro de sí un viejo rencor que no era de odio sino de perdón, de futuro abrazo

al perfume de jardín recién llovido de todos los veranos

a tus visiones de atardeceres con embarcaciones remontando el río sin orillas, metáfora de la melancolía que habría de perseguirte durante toda tu vida

al berisso de veredas trasnochadas que agotaron tus pasos hasta la redención de no haber encontrado eso que buscabas empecinadamente (una postal extraordinaria, una razón para seguir viviendo, un inesperado encuentro, la rendija entreabierta de una ventana en donde quedó encendida una luz hasta el amanecer)

a tus zapatos de poeta gastados en las ciudades del río de la plata que siempre reservaron lonjas de suela para recorrer el país de balzac y víctor hugo y la granada de Federico

a tus pasos adolescentes cuyos ecos todavía se escuchan si es invierno y la noche cae pesada y silenciosa como una maldición

a tu amor, tu único amor, real e imaginario, posible e imposible, múltiple y solo que te seguirá besando con boca de aliento amanecido por esa mañana prometida

a herminio y juan herminio, a tu génesis y a tu tierra prometida, al alfa y al omega final de tus huesos

a tus amores fugaces que pasaron ante tus ojos como estrellas fugaces y no te dieron tiempo para pedir esos tres deseos que siempre fueron iguales al deseo

a tu dandysmo, a tu clase, a tu glamour con mil pesos o cincuenta centavos en el bolsillo, a tus mariscos en la robla, a tus lecturas de poesía, a tu jardín y a tu enamorada del muro, a tu piano y a tu mozart y al tesoro más preciado de tu colección de objetos de arte: las cartas de tus amigos

a tus idas y vueltas de la plata a la capital y a tus visiones de las estaciones, al misterio de ringuelet, de city bell y villa elisa

a los que saben igual que vos que también se muere el mar pero que vuelve a resucitar en mojadas cenizas esparcidas para decirnos que al fin y al cabo todo es espuma, todo es olvido

a todos los hombres y a todos los amigos y a todas las mujeres y a todos los paisajes y a todos los aromas y a todos los recuerdos, a todos y cada uno, mariano querido, sé que dedicás este libro

pero tu voz casi apagada como un pájaro volado del cable del silencio, hoy no tiene fuerzas para decir todo esto que yo digo por vos;

tu voz que es apenas un hilo vibrando y que se guarda las palabras para preguntarme, quizás por última vez, “rusito querido, ¿estás bien? ¿necesitás alguna cosa? ¿te puedo ayudar en algo?”

a tu voz, mariano querido,
a tu voz que me lo preguntará una y otra vez
cada día de mi vida

a tu voz
que si hay una sola cosa que nunca supo decir
es adiós".


(Iván Wielikosielek, 2005)

Foto de García Izquierdo en:
http://www.semanarioelmundo.com.ar
/archivo/2007/1030/agenda/07.htm