Tuerto Rey - Poesía y alrededores

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Marialuz Albuja Bayas
/ Poemas


El frío me araña los huesos.
Padre, me has desterrado.
Voy en busca de un lugar para quedarme
y sólo me encuentro con las colinas donde se eleva tu casa en el horizonte.

No sabes que ya no soy yo,
que hace tiempo me dejé esperando un tren que jamás llegaría,
que una tarde me abandoné en un mercado repleto de gente
mientras mi boca se perdía en las delicias de la fruta.

Ahora tú me echas.
Pero no sabes que ya no soy yo
que hace tiempo me abalancé bajo las ruedas de un coche
que una mañana desperté en otra tierra
y volvió mi vacío.

A veces me espanta la noción de mi cuerpo
llamándome desde ese lugar al que no tengo acceso.
Sin embargo pueden ser bellos el destierro y el abandono
como lo son las gotas de sangre en el cristal destrozado por un puño.
Como lo es mi dolor en la oscuridad.
Él será la tierra que habrá de sacarme a flote
cuando todo lo demás comience a hundirse.

Me has desterrado, padre.
Tal vez sea justo.
Pero hace tiempo que ya no me importa saberlo.


***


Como una perra que ha perdido el rumbo
salgo a explorar los restos de mi casa.
Siento su olor desde la lejanía.
En los retazos del jardín
miro la sombra del esposo
y me descubro
igual que siempre
tras la higuera.

Donde una vez se levantaba el parque
hay un tropel de oscuridad.
Recapitulo las esquinas
mas no puedo
adivinar dónde los muros, los cerrojos
o aquella reja blanca, que al abrirse,
hacía entrar la tierra en un respiro.

No encuentro el camino a la escuela
y esto, en particular, me mata.
Comienzo a hurgar en los escombros
sin esconder mi desnudez, sin un temor a que se note
escarbo, llamo.

Entonces logro vislumbrar la cafetera
junto al tiesto de flores
y cada cosa, donde estaba, reaparece.

Veo correr a mis pequeños.
Desde un sillón
el padre ríe y los observa
pero un sablazo me traspone punta a punta.
Huí del agua del hogar.
Despedacé, sin darme cuenta,
el universo.


***


Más allá del páramo
donde los gallinazos entretienen la mirada
antes de anclar su soledad

una no sabe si podrán cerrar los ojos
para verse
si un sonido de campana los lastima
si acaso su sangre en remolino se agolpa
cada vez que la garúa desdibuja la montaña

y si entonces morirán de pena

si el picoteo de la ruina
algo de pulcro dejará en sus paladares
algo de triste
de insaciable
de sombrío
cuando la luz se desmorona entre las nubes
y ellos atrapan, consumada, la belleza.

Oscuros ángeles que marcan el sendero
si por el filo de la muerte me encamino.
Con sus señales he logrado desandar la destrucción
volver intacta.
Pero esta noche no será.
Llevo una soga entre las manos
y me esperan.


***


Ven a decir lo que se te antoje
insulta
grita 
despierta a todos.
No temas desenmascararme
hace tiempo perdí la reputación.

Quisiera dormir para siempre
mas la curiosidad de escuchar lo que digas
me tiene en pie.
Tu voz me ayuda a cruzar murallas
cuando presiento la cercanía de lo perfecto.

Quisiera asumir la entereza de ser lo que soy
con el descaro de los que llegan a cualquier hora
sin importar hasta dónde
ni cuándo.

Quisiera…

Pero agonizo al saber que en mi mano
estuviste.


***


Volveré a perderme por los caminos
que doblan y se dividen.
Caeré en las mil trampas que el bosque me tienda.
Plasmaré nuevamente
como quien repite un ritual
aquello que se confunde con lo soñado.

Llegaré prodigiosa.
Hallaré en la palabra el milagro
ese abrupto diluvio capaz de encontrarte
esa luz que te hiciera venir hasta mí.


***


Si ella pudiese
sólo ahora
recuperar los ademanes de la casa
el entusiasmo en la cocina
apenas sombra que habitó estos muros antes que su cuerpo
antes, también, de conocer
esa manera en que la muerte imprime señas sobre un rostro
gestos que nadie ha descifrado
laberintos.

Si aún supiera descubrir la madrugada
en que corrió tras la negrura del ciprés
para entrever en las pupilas del abuelo
ese dolor que se escondía bajo tierra
como un despojo que hasta ahora puede amar.

Y si quisiera recordar el breve júbilo
de las palabras descubiertas
como sueños

comprendería lo que tanto le hace falta
y en amistad con cada cosa
partiría.

Casi fugaz.
De frente.
Sin ninguna culpa.


***


El miedo me traspasaba con deleite
cuando venía el gato negro a pronunciar todos mis nombres

cuando asechaba tras de mí
para arrancarme.

Cómo volver
si ya los pájaros limpiaron el sendero
y las luciérnagas borraron su reflejo en el paisaje.

Si no ocurriese que la duda me persigue
ya ni siquiera intentaría recordar

pero  la niña sin escrúpulos que fui 
deja sus huellas en el fango
escupe
llora
se revuelca

mientras aquella
la de los abuelos
viene a buscarme entre las sombras
todavía.
 

Marialuz Albuja Bayas

Marialuz Albuja Bayas

Quito, 1972. Ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar, Llevo de la luna un rayo, Paisaje de sal, La pendiente imposible, obra premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador, Detrás de la brisa, mención de honor del premio César Dávila Andrade y Cristales invisibles, antología personal. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, portugués, italiano, francés y euskera. Forma parte de antologías y publicaciones en el Ecuador, América Latina y Europa. Es traductora, cofundadora del sello editorial Rascacielos y catedrática de la Universidad de los Hemisferios.