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César Cantoni
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Carlos Augusto Fajardo: reminiscencias del primer poeta afincado en La Plata

Por César Cantoni

  

Como se sabe, la ciudad de La Plata nació para ser capital de la Provincia de Buenos Aires y fue fundada por Dardo Rocha el 19 de noviembre de 1882. Pensada y planificada mucho antes de comenzar a construírsela, su emplazamiento en una zona rural semidesértica determinó que sus primeros funcionarios y actores culturales procedieran de lugares foráneos. Así, entre los poetas que más tempranamente arribaron a ella cabe citar a Matías Behety, un ciudadano uruguayo que se ganó la vida ejerciendo el periodismo. Este hombre, nacido en Montevideo en 1849 y afincado en Buenos Aires desde su adolescencia, es considerado el primer poeta platense. Sin embargo, su estancia en la nueva metrópolis fue tan efímera –llegó en 1885 y murió ese mismo año– que no amerita la condición que se le atribuye. Con más propiedad, correspondería afirmar que fue “el primer poeta muerto en La Plata”, tal como lo hace Guillermo Pilía en “Historia de la literatura de La Plata”, obra que contó con la colaboración de María Elena Aramburú. Behety, por otra parte, no llegó a publicar ningún libro. Su carácter bohemio y su afición al alcohol le impidieron compilar orgánicamente sus poemas, la mayoría de los cuales fueron escritos en papeles sueltos cuya suerte se ignora.

Más allá de lo precedente, lo cierto es que La Plata ya hospedaba, desde sus tiempos embrionarios, a un poeta: Carlos Augusto Fajardo. Curiosamente, éste también era uruguayo como Behety y había fijado su residencia en la región dos meses y medio antes de que Dardo Rocha pusiera la piedra fundamental. Protagonista de una existencia dilatada –alcanzó la edad de 90 años–, Fajardo demostró poseer un espíritu inquieto y multifacético, que lo llevó a asumir diferentes roles con la misma pasión. Como poeta, reunió sus poemas en un volumen titulado “Reminiscencias”, que publicó a manera de florilegio personal. Este libro, sin embargo, no parece haber tenido mucha repercusión a la hora de salir de imprenta y pasó desapercibido en los años posteriores. Su autor, incluso, sigue siendo en la actualidad una figura desconocida dentro del ámbito literario platense.
 

POETA, PERIODISTA, NOTARIO, POLÍTICO Y SOLDADO


Según los pocos datos que pueden recolectarse, Carlos Augusto Fajardo nació en San Carlos (Maldonado, Uruguay) el 10 de agosto de 1830 y murió en La Plata el 20 de agosto de 1920. Fue el sexto de los doce hijos (cinco fallecidos en la infancia) que tuvo el matrimonio compuesto por Juan Plácido Fajardo Amat y Cristina Vicenta Núñez, ambos de origen uruguayo. En su país manejó una imprenta y fue legislador hasta que, cumplidos los 27 años, se vio obligado a emigrar a Buenos Aires por razones políticas. El mismo camino siguió su hermano Heraclio Claudio Fajardo (1833-1868), poeta y dramaturgo, autor del libro de poemas “Arenas del Uruguay” y de piezas teatrales como “Cruz de azabache”, “La indígena”  y “Camila O' Gorman”.  

Por aquellos años, más precisamente a fines de la década de 1850 y comienzos de la siguiente, nuestro país estaba embarcado en una guerra fratricida entre la llamada Confederación Argentina, que respondía al general Justo José de Urquiza, y la Provincia de Buenos Aires, que, tras declararse en rebeldía, había confiado su ejército al mando del coronel Bartolomé Mitre. Una vez en Buenos Aires, Carlos Augusto Fajardo se alistó en el ejército mitrista y llegó a combatir contra las tropas confederadas en las batallas de Cepeda y Pavón, cuya consecuencia final fue la unificación de todas las provincias. En “Reminiscencias”, el poeta hace alusión a esas batallas en dos ocasiones e, incluso, traza un retrato de Mitre en un poema fechado en La Plata el 30 de mayo de 1884.

Luego de los hechos narrados, Fajardo abandonó las armas y se casó con Ricarda Ortega en 1862. De la unión con esta mujer, de nacionalidad argentina, nacieron seis hijos, que le inspiraron sencillos y emotivos versos. Entonces, el sitio elegido para su hogar fue la ciudad bonaerense de Chivilcoy, donde instaló una imprenta y fundó con don Miguel Calderón el periódico “La Campaña”, órgano primigenio de la prensa local, cuyo primer número vio la luz el 18 de marzo de 1875. Debido a problemas económicos, el periódico dejó de aparecer en octubre de 1876. En Chivilcoy, asimismo, Fajardo se desempeñó como escribano –fue el primero en su profesión en esa ciudad–, intervino en la función pública y enriqueció con su aporte la vida cultural chivilcoyana.

A poco de repasar su trayectoria, se ve también que entabló relaciones con personalidades destacadas de la política argentina; entre ellas, Dardo Rocha, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que lo designó, el 18 de agosto de 1882, Juez de Paz de la que sería, pocos meses después, la nueva capital bonaerense. En cumplimiento de ese mandato, el 30 de agosto del mismo año, Fajardo dejó Chivilcoy y se mudó con su familia a una vivienda ubicada en la zona del actual Anfiteatro Martín Fierro, en el corazón del Bosque de La Plata. Comenzó, así, su experiencia platense, que se prolongó sin interrupciones a lo largo de 38 años, durante los cuales vio crecer a sus hijos y sus nietos y asistió al impetuoso desarrollo urbano.

Según apunta José María Rey en su libro “Tiempo y fama de La Plata”, Fajardo fue un Juez de Paz bastante especial, ya que su potestad se extendía a tareas policiales y municipales. Se sabe, además, gracias a testimonios orales y una carta que envió a Francisco Uriburu el 5 de marzo de 1897, que vivió, en cierto momento, en calle 9 N° 1157, esquina 56.


UNA BISNIETA PLATENSE


Al parecer, “Reminiscencias” es el único libro –ausente en librerías, bibliotecas y vidrieras virtuales– dado a la imprenta por Fajardo. Afortunadamente, un ejemplar del mismo se halla en poder de una bisnieta del autor, Miruh Almeida, que lo atesora con entrañable celo. Miruh, que es poeta y artista plástica, nació en La Plata el 5 de mayo de 1924 y reside en City Bell. Hoy, con sus lúcidos 90 años, tiene tres libros publicados: “Los duendes están solos” (relatos y poemas, 1993), “Una verde mentira” (poemas, 2001) y “Caballos blancos” (poemas, 2008). Aunque breve, su obra recibió comentarios elogiosos de Rafael Felipe Oteriño, Norberto Silvetti Paz, Alfredo Veiravé, Dolores Etchecopar, Osvaldo Ballina y Hugo Mujica.

Para más precisión, Mirhu desciende de Carlos Augusto Fajardo por vía paterna: es hija de Eleasar Almeida y nieta de Ricarda Fajardo de Almeida. En 1954 contrajo matrimonio con Rodolfo Luna, con el que tuvo cinco hijos: tres mujeres y dos varones. Una de sus hijas, Felicitas, estuvo casada con el poeta Guillermo Lombardía, fallecido en 2007. Miruh tiene, además, diecisiete nietos y numerosos bisnietos, y es tía de otro poeta, también fallecido: Gustavo Javier Almeida (1953-2013).

Al igual que las casas vecinas, la suya está rodeada de altos y frondosos árboles. En su interior, dispuestos en pequeñas constelaciones sobre las paredes, hay cuadros de formas heterogéneas –entre ellos, ovales y redondos–, que enmarcan retratos de antepasados y crean una atmósfera evocadora. Un retrato, en particular, permite leer en letra cursiva bajo el vidrio: Heraclio C. Fajardo. Por supuesto, no falta en la casa una gran biblioteca, en cuyos anaqueles conviven amistosamente libros, revistas, carpetas, objetos diversos y una fotografía en blanco y negro desde la que sonríen, pegados a Miruh, los poetas platenses Gustavo García Saraví, Estela Calvo y Ana Emilia Lahitte.


ESTILO ROMÁNTICO


Volviendo a “Reminiscencias”, cabe agregar que el libro tiene noventa páginas y fue editado por Jacobo Peuser en 1893. Su formato es de 11,5cm x 18cm. Aunque parezca extraño, en la tapa no aparecen los nombres ni el apellido del autor sino tan sólo sus iniciales. En la parte inferior, en cambio, figuran las direcciones comerciales de la casa editora en Buenos Aires (San Martín, esquina Cangallo) y en La Plata (Independencia –primera nomenclatura que tuvo la avenida 7–, esquina 53). Si bien el libro carece de pie de imprenta, es muy probable que haya sido impreso en un establecimiento platense.

En lo esencial, “Reminiscencias” incluye veintisiete poemas numerados con dígitos romanos que anteceden al título. El poema más antiguo está fechado en San Carlos en 1850 y, el más reciente –no consta el sitio–, en diciembre de 1891. Sólo hay uno fechado en La Plata: el referido, como fue dicho anteriormente, a Mitre. Otros lugares de creación consignados son Montevideo, Buenos Aires, Cepeda, Chascomús, 25 de Mayo y Chivilcoy. 

Por lo demás, todo el libro revela un fuerte tinte romántico, que pone de manifiesto el espíritu apasionado del autor. Sujetos a la normativa y los moldes tradicionales, los temas abarcados son muy diversos, pero predominan los que tienen que ver con los afectos familiares, las mujeres amadas –casi siempre idealizadas– y las causas patrióticas.

A su hija Laura, por ejemplo, Fajardo le consagra estos versos: “¡Oh Laura idolatrada! ¡Oh hija mía!/ ¡Que de Dios la magnética mirada/ se pose sobre ti, y tu existencia/ Bañe de luz, de amor y de esperanza!”.

También su esposa es motivo de inspiración y ofrenda: “Cinco años hace que a tu amor yo debo/ La paz y la ventura que he soñado;/ ¡Y hasta hoy mi labio no te ha dicho todo/ Cuanto yo te amo!”.  Del mismo tenor son las líneas que siguen: “Errante, sin hogar, soldado obscuro,/ Tú no sabes quién soy... ¿Sé yo quién eres?/¡Qué importa! ¡El cáliz del dolor que apuro/ Has podido trocármelo en placeres/ Con el aliento de tus labios puro”.

Muy sugestivas resultan, igualmente, las imágenes e impresiones relacionadas con la guerra. En un breve poema, escrito el 23 de octubre de 1859, día de la Batalla de Cepeda, mientras esperaba entrar en combate, Fajardo desliza con ánimo templado: “De enemigas legiones ya refleja/ El brillo de las armas. Lenta, tarda,/ La muerte se aproxima. Ni una queja/ Pronuncia mi alma, que serena aguarda./ ¡Adiós! Y si es por siempre, ¡adiós, Ricarda!”.

“Campamento en el Rosario” es otro poema con aristas castrenses. Compuesto a pocas semanas de producida la Batalla de Pavón, el 17 de septiembre de 1861, deja traslucir en su primera estrofa la lóbrega quietud de un intermedio bélico: “¡Todo es tristeza...! En el campo/ Se oye el toque de silencio;/ Por intervalos la lluvia/ Bate la tienda de lienzo,/ Que en ráfagas desiguales/ Sacude lúgubre el viento;/ Y en tinieblas, como mi alma,/ Ni una estrella tiene el cielo.../ Sólo allá en el horizonte,/ Como una curva de fuego,/ la luna rompe las sombras/ Para mostrarse un momento...

Los cuatro poemas finales de “Reminiscencias” conforman el “Apéndice” del libro y exponen el disgusto y la ira del autor frente a la corrupción, el despotismo y la miseria de una época no precisada de la patria. Son proclamas admonitorias que tienen a los héroes de antaño como paradigma: “¡Oh manes de Moreno y de Belgrano,/ De Pueyrredón y San Martín! ¡Oh manes/ De egregios ciudadanos, que nos dieron/ Progreso y libertad y patria grande!/ ¡Interrumpid el sueño de la muerte/ Y erguíos de la tumba en los umbrales!/ ¡Surgid, almas gloriosas, del sepulcro/ A maldecir esta parodia infame!


CUADERNOS Y CARTAS


No es arriesgado suponer que, luego de publicar “Reminiscencias”, Fajardo siguió escribiendo poesía; hay indicios de que fue así. En un artículo periodístico, César Corte Carrillo asegura haber tenido en sus manos varios cuadernos suyos conteniendo “poemas veinteañeros de su tierra natal y de otras épocas y lugares de su larga vida”, caracterizados por “la diversidad de temas y formas que no excluyen la sátira partidista y el tono gauchesco”.

Miruh Almeida, por su parte, posee copia de un puñado de cartas que Fajardo escribió entre 1880 y 1897. Algunas de esas cartas –la mayoría fechada en La Plata– están dirigidas a conocidas figuras de la historia argentina, como Julio Argentino Roca, Dardo Rocha, Carlos Pellegrini y Leandro N. Alem. De la carta enviada a este último, se desprende que adhirió con fervor al radicalismo. Lo confirma el texto de una conferencia titulada “Honradez política”, que pronunció el 7 de febrero de 1896 en un comité de la Unión Cívica Radical en La Plata, en uno de cuyos párrafos señala: “El partido Radical, hoy como antes y siempre, desde su glorioso advenimiento, irá a los comicios exento de la impureza del fraude, y vencerá en ellos por la virtualidad de la razón pública y el patriotismo argentino”.

Como se ve, Fajardo fue un hombre de ideas comprometidas y preocupado por el destino de la patria que le dio cobijo. En todos los lugares en que vivió, se involucró en los procesos políticos, sociales y culturares de manera activa, dejando algún rastro personal. Mientras tanto, no descuidó su pasión por la poesía.

Hoy suele reconocérselo como el primer escribano y el primer funcionario radicado en La Plata. Cabría agregar que fue también el primer poeta que tuvo esta ciudad.

 

La Plata, abril de 2015

 

 

 

César Cantoni

César Cantoni

Este artículo fue publicado
originalmente en 
lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar

(Los poetas no van al cielo), blog de César Cantoni,
dedicado a la investigación y difusión de la poesía
de La Plata.

En la foto el poeta Carlos Augusto Fajardo.