Tuerto Rey - Poesía y alrededores

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César Cantoni
/ El fin ya tuvo lugar

Traicioné a mis padres

 

Traicioné a mis padres: no acaté su legado
ni recorrí el camino trazado por su índice.
Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla para su despegue,
no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado por todos los discursos,
sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,
su incitación a la desobediencia.

 

Me levanto temprano

 

Me levanto temprano y leo el diario;
alguna vez, también leí a Homero, a Virgilio.
No trabajo, no hago gimnasia, tampoco tengo metafísica.
¿Para qué sirve esa cosa a la hora de cruzar la calle?
Todo Heidegger es nada frente a la arremetida del 307.

Poco me inquieta el yo poético (hace mucho
que las disquisiciones literarias dejaron de enredarme);
me preocupa, en cambio, mi propio yo,
que acaba de contraer angina,
y el yo de los que pernoctan bajo los puentes.

Soy escéptico a fuerza de entrenamiento: ¿A quién
debo dar fe?, me pregunto. ¿A la historia, suprema ficción,
o a los historiadores, supremos mentirosos?
Descreo de los Libros Sagrados y sus predicciones;
para mí el fin del mundo tuvo lugar en el pasado.

Hablo poco, evito los amontonamientos.
No fumo, no me drogo, no ultrajo mi cuerpo con agujas.
Vengo de ningún sitio y voy hacia ninguna parte.
Todo lo que deseo en la vida
es una lata de cerveza cuando tengo sed.

 

Ni perro que vigile mi casa

 

Primero, murió mi padre.
Después, murió mi madre.
(Antes habían muerto mis cuatro abuelos.)
Más adelante, murieron el médico,
que me curaba los resfríos,
y el cura, que me eximía de los pecados.
Finalmente, murieron los poetas que tanto amaba,
mis viejos maestros en el arte oscuro.
No tengo esposa, tampoco tengo hijos
ni perro que vigile mi casa en soledad
(el último perro que tuve murió sin avisarme).
Cuando era chico, un ángel de yeso
sabía velar por mí desde la hornacina,
pero me lo incautó la jerarquía eclesiástica.
Ahora yo soy mi propio dios
y me invoco a mí mismo.

 

Cenábamos esa noche

a Néstor Mux

 

Cenábamos esa noche en una fonda
cuando una rata, que bajó del techo,
atravesó raudamente el salón
y huyó por la puerta de la cocina.

Sólo es una entre tantas”, dijo el poeta Néstor Mux,
mientras la chica de la mesa contigua
saltaba y gritaba horrorizada
en un arrebato de histerismo.

¿Pero quién sentía más pavor? ¿La chica
o la rata en su huida desesperada?
Poco agrega saberlo. Vivimos en un mundo extraño,
ganado por la desconfianza colectiva.

 

Mi amiga dice

Me caso para divorciarme.
Norma Etcheverry

 

Mi amiga dice: “Me caso para divorciarme”,
y cumple al pie de la letra su palabra.
Moraleja: no hay estado feliz
ni pasión que no abrigue una cuota de realismo.

 

Bendito aquél que plantó

 

Bendito aquél que plantó el árbol de la sabiduría.
Bendita la serpiente, que con su astucia supo seducir a Eva.
Bendita Eva, que pudo abrir los ojos y fue capaz de seducir a Adán.
Bendito Adán, que aceptó comer la manzana podrida.
Y benditas todas las manzanas podridas del mundo y sus semillas,
que hacen del jardín primigenio un bosque encantado.

 

En el día de San Patricio

 

En el Día de San Patricio,
mientras bebo con los hermanos irlandeses
que habitan este suelo –mujeres y hombres
convocados por el patrono de la isla–,
y brindo en honor de los poetas caídos
en las cruzadas de liberación,
empezando por el bravo Pádraig Pearse,
yo te declaro mi guerra sin cuartel y para siempre,
Inglaterra.

 

Es así como mueren

 

no quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo
Alejandra Pizarnik

 

Sá Carneiro se envenena tomando estricnina,
Esenin se corta las venas en un hotel ruinoso,
Maiakovski se mete una bala en la sien con un revólver,
Crane se tira al mar por la borda de un buque,
József espera el paso del tren sobre los rieles,
Lugones bebe alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,
Tsvetáieva se ahorca colgándose de un árbol,
Pavese ingiere una sobredosis de narcóticos,
Thomas se emborracha hasta entrar en coma etílico,
Plath inhala el gas que sale de su cocina,
Celan se arroja a las aguas del Sena en una crisis,
Ferrater se asfixia con una bolsa en la cabeza,
Pizarnik echa mano a 50 grageas de barbitúricos,
Sexton aspira las emanaciones del motor de su auto,
Goytisolo se lanza al vacío desde un edificio de departamentos,
en la calle Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...
Es así como mueren estos poetas:
yendo hasta el fondo de su desventura.

 

El fin ya tuvo lugar

 

El fin ya tuvo lugar.
Lo que queda
son los detritos de la historia.

 

de Diario de paso

Desolada y sin luz

Desolada y sin luz, como una cosa más
tirada a la vereda, entre latas
de cerveza vacías y preservativos,
asoma la mañana; esta mañana propia de domingo,
mientras todos duermen a sus anchas
y el diariero pasa por debajo de las puertas
las sórdidas crónicas del día.

 

El perro llegó olfateando

El perro llegó olfateando,
reconoció la estatua
del prócer de la plaza
y orinó contra el pedestal.

Después se alejó con otros perros,
indiferente al juicio de la historia.

 

Me hago una pregunta

Si un país tan lírico como Alemania
pudo engendrar a Adolf Hitler,
me hago una pregunta: ¿Hay
lirismo inocente?

 

Como suele decirse

Como suele decirse, la historia se repite:
a Cristo lo clavaron a un poste,
coronado de espinas;
a los dioses del siglo XX
les aplicaron la picana.

 

Con el último sol

Con el último sol muere la ilusión del día.
Los negocios bajan las persianas
y las calles van quedando desiertas.
El canillita apila, entonces, los diarios matutinos,
hace un fardo con ellos y los deja en el suelo.
La pequeña florista, mientras tanto,
con la piel erizada por el frío,
se abriga como puede contra las paredes.
Desde la cocina de los restaurantes
llega ahora hasta la puerta el típico olor de las frituras
y los bares acogen a putas y dipsómanos.
En la esquina de la Universidad,
una mujer, que blande un crucifijo en una mano
y aprisiona una Biblia en la otra,
anuncia a los desavisados el final de los tiempos.
Artera, la noche avanza hacia el momento exacto
en que el suicida apretará el gatillo.
Sí, todos los proyectos de vida fracasaron a esta altura
y el mundo parece cansado de rodar.
Cuando el viejo mendigo se duerme finalmente
sobre un lecho de bolsas y cartones,
ya no es posible esperar ningún milagro.

 

Bukowski o le mal de vivre

No escribía al dictado del corazón,
sino del hígado cirroso.
No escribía para los hombres satisfechos,
sino para aquellos que sufren
la quemadura de la vida.
No escribía porque la poesía
fuera capaz de redimir al mundo,
sino porque estaba seguro
de que no existe salvación.

 

César Cantoni

César Cantoni

César Cantoni nació en La Plata el 23 de febrero de 1951. Su obra poética publicada comprende los siguientes libros: Confluencias (1978), Los días habitados (1982), Linaje humano (1984), La experiencia concreta (1990), Continuidad de la noche (1993), Cuaderno de fin de siglo (1996), Triunfo de lo real (2001), La salud de los condenados (2004) y Diario de paso (2008). Publicó, además, la plaqueta Irlanda (1998) y el cuadernillo Intemperie y otros poemas (2006). Figura en antologías poéticas argentinas e hispanoamericanas. Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano y catalán. Entre 1977 y 1979 integró el Grupo Literario Latencia.

Estos poemas pertenecen a su libro El fin ya tuvo lugar (Hespérides, diciembre 2012).

Sitio personal: http://lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar/
Imagen: César Cantoni en El Estaño, abril 2012.