Tuerto Rey - Poesía y alrededores

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César Cantoni
/ Poemas inéditos

Entierro


Como un espectador desprevenido,
asisto a mi propio entierro.
Junto al hoyo sin fondo,
no hay dios a quien rezarle
ni feligreses que recen.
El diálogo es a solas con el sepulturero.
Un perro, que se desprende de una jauría,
se acerca y lame la negra caja.
Después, no hay después:
todo es echarle tierra al olvido.
Esa noche, mimetizada entre las sombras,
una mujer deja una flor silvestre
sobre el túmulo fangoso.
Es mi madre, que abandonó su sepulcro.


Diario del Edén


Yo era un adolescente parco y caviloso.
Leía a Montesquieu, a Voltaire
y a los grandes autores de la Enciclopedia.  
Yo caminaba en línea recta por el mundo
–el corazón atento al mínimo desvío–,                    
con una meta y una dirección precisas.
Yo gobernaba mis pensamientos y mis actos...
Hasta que una mujer edénica me dispensó la noche,
y las rectas dejaron de ser rectas, 
los cuadrados se volvieron círculos,
los espejos renunciaron a la simetría           
y mi vida se atestó de curvas e irregularidades:
todo lo que entorpece a la razón
y habilita el costado de los sueños.

 

El poeta de la Revolución


Una vez, siendo joven,
me propuse pegarme
un balazo en el pecho.

Ese tributo a Maiakovski
–yo era, entonces, marxista–
y algunos versos entusiastas que había escrito
me auguraban, en mi fuero
más íntimo, un sitial memorable.

No sé si por cobardía o pura comodidad,
durante un tiempo largo,
esperé que el balazo anhelado me lo pegara otro.

Al final, la Revolución fracasó,
nadie colaboró dándome muerte
y aquí estoy, poéticamente destronado,
escribiendo estas líneas


Klassenkampf

 

En Buenos Aires, inicialmente,
los ricos recibían sepultura en la Recoleta;             
los pobres, en cambio, eran llevados
para su entierro a la Chacarita.

De una manera o de otra,
siempre hubo entre ricos y pobres
un desacuerdo social sin transigencias,                     
que un viejo filósofo llamó “lucha de clases”.

Aún hoy, el desacuerdo continúa irresuelto
y, cuando el clima se vuelve belicoso,
los pobres –en el mejor de los casos–
son alojados en sitios estrechos y sombríos.

 

Día de invierno en Saginaw


                                           El invernadero es el símbolo de toda mi vida,
                                          el útero, un cielo en la tierra.

                                                                                                                T. R.


En la foto, el chico posa con una pelota bajo el brazo.
Está en el vivero de sus progenitores, junto a un plantel de dalias.
(¿O son crisantemos robados por la luz del día?)

Debe tener doce años. O trece, aproximadamente.
El grueso abrigo y la gorra que exhibe en la cabeza
revelan que ha llegado el invierno a la comarca.

La foto me la mandó un amigo desde Francia, hace ya siete lustros.
Nunca supe muy bien por qué lo hizo. Quizá porque yo admiraba a aquel chico.
O acaso porque él lo admiraba infinitamente más.

Esta mañana, mientras hurgaba en una caja, encontré la foto.
El chico es Theodore Roethke, mi amigo es Abel Robino:
ambos, a un tiempo, buenos floricultores y poetas.

El primero murió en 1963, cuando yo frisaba la edad
del chico del vivero. El segundo –de una forma o de otra–
sigue mandándome, invariablemente, contraseñas de vida.

Alguna vez, en los fríos inviernos de esta tierra,
yo sostuve también una gorda pelota bajo el brazo,
una esfera que fue desinflándose entre exilios y flores marchitadas.

 

César Cantoni

César Cantoni

César Cantoni nació en La Plata el 23 de febrero de 1951. Publicó once libros de poesía: Confluencias (1978), Los días habitados (1982),  Linaje humano (1984), La experiencia concreta (1990), Continuidad de la noche (1993), Cuaderno de fin de siglo (1996), Triunfo de lo real (2001), La salud de los condenados (2004), Diario de paso (2008), El fin ya tuvo lugar (2012) y Un arte invisible (2016). Su obra publicada incluye, además, el libro de aforismos Pensar no cuesta nada (2020) y dos cuadernillos: Intemperie y otros poemas (2006) y Latencia: poesía y dictadura (crónica literaria, 2013). Figura en numerosas antologías poéticas argentinas e hispanoamericanas. Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano, portugués, catalán, griego, ruso y albanés. Administra el blog de poesía platense Los poetas no van al cielo (http://www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar). Reside en su ciudad natal.