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María Malusardi
/ Poética, poemas

El arte y la literatura como vías de acceso a la realidad y a un saber único e inigualable.

(Texto leído en el I Encuentro Nacional de Escritores La Plata 2004, inédito)

 

“La literatura no me interesa, pues, profundamente, sino en la medida en que ejercita el espíritu en ciertas transformaciones: aquellas en las que las propiedades excitantes del lenguaje juegan un papel decisivo.”
Paul Valery

Ante la exigencia que me genera este título, me permito la digresión, o la evasión, si se quiere evitar el eufemismo, del tema. Hablaré del tema escapándome de él, al menos en los términos en los que está planteado. “La verdad de la ficción” no es un título que me compete, porque no me competen ni la teoría literaria ni la filosofía. No sería serio de mi parte desarrollar algo que requiere de un tiempo considerable de estudio, de investigación y de escritura. Entonces, me pregunté, ¿qué es lo mío y cómo puedo relacionarlo con este título, ya que azarosamente estoy en esta mesa y debo intentar algo con cierta responsabilidad? Y me respondí que lo mío son la poesía y la escritura como expresión, preocupación y necesidad. En síntesis, me interesan, me intrigan, me deslumbran, me inquietan, siempre, la escritura, la palabra, el lenguaje, y la sospecha de que su paroxismo se alcanza en la poesía. Estas son mis verdades, para utilizar una de las palabras propuestas en el título de esta mesa, o más bien esta es mi pequeña e íntima verdad. ¿Pero mi verdad para qué? ¿Para qué la verdad de la poesía, la palabra, la escritura? El para qué pareciera siempre desprenderse de la boca de un niño, como un inexorable, y a la vez permite, desde esa misma libertad infantil, respuestas no lógicas. Respuestas, entonces, libremente poéticas.

¿Para qué, entonces, la verdad de la poesía?
Para aproximar. Para sobrellevar. Para creer. Para destruir. Para apropiarme del dolor. Para embellecerlo. Para conocer. Para ahondar. Para humedecer. Para descansar. Para reaccionar. Para vivir.
La verdad poética reside en la experiencia inefable que puede producirse con, y en, la palabra: “Aún surgen las palabras bordeando sutilmente lo indecible”: Raine Maria Rilke.

La poesía enciende lo inhabitable.
Rilke ahonda “la huella/ del murciélago rasga la porcelana de la tarde.” No es el animal sino el atisbo de su paso, no es la brutal presencia ocupando voluminosamente un espacio, sino la fragancia de sus hábitos. Eso es, para mí, la poesía. René Char completa: “Un poeta debe dejar huellas de su paso, no pruebas. Solamente las huellas hacen soñar.”
La poesía es la huella del soñador, el modo de caminar del poeta. La palabra es la huella de la poesía. La huella es la poesía del camino.

Pero en el camino siempre se encuentra la tragedia.

“¿Quién
dice que se nos murió todo
cuando se nos quebraron los ojos?
Todo despertó, todo comenzó.”
Paul Celan

El poema resucita -el poeta resucita-, se renueva en el lenguaje, aunque anuncie lo quebrado, lo perdido. Porque en el mismo acto de anunciar hay regeneración, ilusión, belleza, renacimiento.
Paul Celan va detallando, a lo largo de su poesía, que la palabra es el hilo que sutura la nieve imposible. La piel de los hombres es el depósito del hierro caliente. La piel de los hombres es de nieve y eso lo hace todo más soportable. La nieve de la palabra. La palabra poética, aun en las peores circunstancias, es la única salvación. “Hacer poesía es en sí mismo una salvación”, escribió Clarice Lispector, quien ha sabido reconocer a lo largo de su obra este privilegio de la palabra.

Otras poéticas:
René Char: “La poesía es el reflejo que menos se demora bajo los puentes”. Porque es un destello revelador, un impacto al corazón, una bala encaprichada con el eco triste del canto.
Sylvia Plath:
“El chorro de sangre es poesía:
No hay forma de cortarlo.
Tú me alcanzas dos niños, dos rosas.”
Plath se va en la poesía, su cuerpo es una hemorragia que logra transformar en poesía, un contraste de huesos secos contra la flor mojada del hijo naciendo. La poesía se produce en ese contraste, en esa tiranía dolorosa de opuestos.
María Zambrano:
“La poesía es un abrirse del ser hacia adentro y hacia fuera al mismo tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la oscuridad.”

¿Buscamos la verdad en la poesía, al escribirla, al leerla, al ejercerla en toda su amplitud? Roberto Juarroz aporta algo interesante al respecto: “Lo que la poesía busca no es el confortable recurso de una respuesta, sino algo mucho más grave y más importante para el hombre, que es, ante la imposibilidad de respuestas, crearle presencias que lo acompañen. La poesía crea, no soluciones, no fórmulas, no recetas fáciles para la vida, sino compañía para la vida.”
Ir trenzando a modo de diálogo interno las poéticas de los mismos poetas es una tarea fascinante e infinita. Una hermosa batalla eterna. Una búsqueda insaciable de verdades.

La poesía es un camino, una elección, un modo de flotar con todo el peso del mundo sobre uno. La poesía es paradoja y la paradoja es una verdad posible para alcanzar la intranquilidad, es decir el conocimiento, el saber, ese distraerse de la muerte, diría Bataille, pero con alto vuelo y rozando siempre la belleza. A tal punto que, como escribió Char “la poesía robará mi muerte.”

de “trilogía de la tristeza” y “museo de postales”

Del libro “trilogía de la tristeza”

(Editorial Alción, 2009)

imre kertész
(Selección)


he tenido un hijo: imre kertész: ha escrito en auschwitz novelas indecibles: han llagado mi poesía sus dedos sus desórdenes supo de mí cuando de mí nadie sabía ni siquiera yo el infierno que me amaba supo encontrarme recitándome un kaddish para enfermos de ausencias

nunca me comprendieron como hija como yo no comprendo a imre mío deshojado ni imre a sus hijos suyos despedidos así sucesivamente hablando hijos de hijos se dispersan se extienden susurros y errores en el pájaro queman siglos asumen desvaríos se desconocen entre sí nacen campos de cenizas ciénagas de espuma donde nunca despertar

la tristeza une a los sinnúmero de siempre enumerados con el vicio de la muerte clandestina la luciérnaga una mancha un estigma la escritura el cuerpo de la historia la piel la remembranza la caída

la familia llega a su fin cuando toca en mi cuerpo una fuga enardecida se rompen los violines sobre el labio tiemblo en ese detalle de mi boca la subsistencia es remar sobre la herida la música seca el grito imre cuando me entrega ausencia hijos ahogándome en su mirada su estrella

tantos holocaustos en la mano de imre han roto la música de mis ojos


qué quedará de imre cuando yo envejezca sin sus ojos? reconstruiré de a poco su memoria? esa lluvia de higos fragmentándome el poema?

 

paul celan
(Selección)

como trizas de un parto se abre la almendra: caballos muertos serán niños sobre la tierra unificada ese modo de aplastarse unos a otros cabezas contra cabezas lo incierto retumba no indaga la pérdida no restaura miente la llaga es una zona de silencio donde tormentos obsesiones han caído paul celan: el agua de la madre espera allí donde el cuervo escribe su poema

el ardor de mis ojos deja entrever la renuncia del mundo paul celan pájaro descascarado amarillo no es ayer la salud azotada es hoy: brazos sin entierro denuncian: cómo nombrar el cuerpo que nos llega de a pedazos al poema

en la pupila rota del mar donde me buscan las especies que el lenguaje ha desdeñado hay una cárcel: me enseña las palabras su secreta celosía sus llaves idiomas envejecen sobre las almas surge entonces una escritura sin reposo donde comprendernos y estallar

 

 

franz kafka
(Selección)

hay algo en gregorio que me asombra: no es su aspecto de cáscara ni sus cicatrices hirviéndole antiguo cuerpo quizá su música cuando duerme colgado de la muerte como una escena confusa de botones al viento la familia miraba los pedazos: ellos eran parte del sueño se reían hurgaban en el reproche insistían degradaban sin embargo gregorio embellecía: algo amable y reconfortante había en la humillación en la mirada quizás anhelo del último tren o del pan tibio como acudir al fondo de uno mismo y refregarse los ojos: era el final de la ceremonia

la fatalidad de kafka o de gregorio? quién de los dos muere en simultáneo con el otro? gregorio en su sustancia de vanguardia? kafka en la respiración de su holocausto?

kafka: gregorio: no han comprendido la necesidad oculta de sus desdichas ni la muerte prematura del mundo dentro de sus muertes prematuras

***

 

Del libro “museo de postales”

(Editorial El Suri Porfiado, 2008)

museo de postales
(poemas)


canasta en la tierra

ese cielo me calma la tristeza de la tierra está en los cuerpos nadie llenará la canasta con espejos me dejarán el pan el hijo muerto en la curvatura de la espalda de esa mujer pequeña y campesina

museo de postales

calman rembrandt y alonso klimt y miró goya y picasso chagall y hopper millet y emilia (gutiérrez) la de los ojos templados el hundimiento del ser un rejunte manos y postales dentro de una caja falso museo relicario de absortos y despojados un instante de gozo la desdicha una obra del tamaño de lo efímero souvenir del encierro hay que tomar del dolor el óleo de la historia la temperatura final del desamparo

 

el descenso de jacqueline du pre
(poemas)

“He llegado a la meta de mi corazón.
No hay ningún rayo que vaya más allá.
Dejo detrás de mí el mundo…”

Else Lasker–Schüler

 

preludio la ceniza de mi infancia: mi madre arañaba los ojos del incendio y me dormía así los cuentos de la noche encallaban el árbol en su sombra el agua ardía en el devenir de los infiernos allí donde la música esparce sus caballos y me deja

no puedo quejarme de los huesos: la música se ha enfermado en mí he roto la cuerda un acto de confusión y de olvido miles de manos entre sábanas riéndose intentaron elevarme sostenerme en la gloria me he dormido sobre la escena no hubo tiempo para el desarraigo estoy aquí: los dedos tiemblan cuando amanecen sobre la madera intacta del silencio

no puedo pensar que los huesos se remiendan con el agua la música ha tramado mis jerarquías y mis sombras escribo apuntes nunca serán la voz: ni dvorák ni elgar escribo con el límite de mis huesos soy la ruina de los que me escuchan y lloran el sol me olvida recoge sus telares mi violonchelo indaga el azoro en mi cuerpo recoge el ritmo de su condena

 

María Malusardi

María Malusardi

María Malusardi, Buenos Aires, Argentina, 1966. Es escritora, periodista cultural y docente. Publicó los libros de poesía Payaso Rojo (Ed. La lámpara errante, 1989), El accidente (Ed. Mascaró, 2001), la carta de vermeer (Ed. Alción, 2002), variaciones en la niebla (Ed. Alción, 2005), diálogo con pescadores (Ed. Alción, 2007), museo de postales (Ed. El Suri Porfiado, 2008) y trilogía de la tristeza (Ed. Alción, 2009), finalista del Concurso de Poesía Olga Orozco 2008, cuyo jurado estuvo integrado por Antonio Gamoneda, Gonzalo Rojas, Juan Gelman y Jorge Boccanera.

Sitio Personal:
www.mariamalusardi.com.ar