Tuerto Rey - Poesía y alrededores

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textos de aquí

Mariana Finochietto
/ Poemas


1
 

Tres veces tres puede negar el hombre su pasión. Tres veces tres puede cerrar los ojos y acompasar al ritmo ajeno de los días el latir del corazón.
Tres veces tres puede jurarse ser feliz y sostenerse asido al juramento como quien en el naufragio aferra los restos de los barcos que no ceden al oleaje.
Pero es destino del hombre persistir en la búsqueda de cierta felicidad que sólo reconocen los dignos: aquellos que se alzan después de las caídas.


2


Quién
en prolijos cajones
pudiera
guardar la tristeza,
doblada y planchada
oliendo a lavanda.

Y cerrar la puerta
del enorme armario
y esconder la llave
antes de salir
huyendo de casa.
 

3


La mujer
que fue sirena
busca tierra.

Huele al hombre
en la arena.
No lo sabe aún,
pero desea.

Cambia
su bella cola
de hembra y pez,
halla el pudor
en el extremo
de sus piernas.

¿Qué podrá cantar
mientras cubre
su desnudez
con un manto de estrellas?
 

4


No es posible,
ya no,
ya no es posible
recobrar la ternura.

Me he perdido
en los bosques,
he llorado
mi extravío
bajo la sombra inmensa
de los robles.

Salté
sobre el cuerpo
de la presa
y arranqué la dulce vida
con mis manos de amar.

Ya no es posible
la ternura.
No.

¿Escuchás
cómo llaman por mí
las bestias de la noche?
 

5


Me hubiera gustado
amar
con la devoción
de una heroína de Balzac.

Amar hasta la extenuación,
hasta el borde mismo
de la muerte.
Vagar por la casa,
pálida y quebrada,
susurrando un nombre.

Volver a la vida
con un pase mágico
cuando él regresara
a golpear mi puerta.

Reír como ríen
Úrsula y su amado
en su final de rosas.

Tal vez no nací
para las pasiones.
No tengo paciencia
para las tragedias.

He llorado mucho
y olvidado pronto.
He querido
siempre
resguardada en el sarcasmo.

Soy, apenas,
otra hija de este siglo.
Pero
me hubiera gustado...
 

6
 

Mi madre
hablaba del amor
como de cualquier otro oficio.

Mientras cosía
en puntadas impecables
yo miraba sus ojos
y veía
-o creía ver-
detrás de la pupila concentrada
un resplandor
de luna sobre el monte,
dulce y esquivo
como la luz
sobre la hoja
de un cuchillo.
 

7


Mi padre
me enseñó a pescar
en los arroyos del campo.

Aguas lentas y marrones,
aguas cansadas de barro
miraban pasar la tarde
de los dos junto al barranco.

No se puede hablar,
me dijo,
porque los peces se espantan.

Nadie piensa,
junto al río,
en las tristezas que arrastra.

Se mira pasar el agua.
Calladito y esperando.
 

Mariana Finochietto

Mariana Finochietto

Mariana Finochietto nació en 1971 en General Belgrano, provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell, La Plata, AR. Está casada y es madre de cuatro hijos. Estudió Bibliotecología y cursa, de vez en cuando, Filosofía. Publicó Cuadernos de la breve ceguera (Editorial La Magdalena, 2014) y Jardines, junto a Raúl Feroglio (El Mensú Ediciones, 2015). Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.