Tuerto Rey - Poesía y alrededores

en el archipiélago /
textos de aquí

Sebastián Lalaurette
/ Tengo que decir y otros poemas

 

El lugar de Zeus

 

Revienta lo dialógico y el zumo
desborda las costillas y chorrea
sobre los planetas prohibidos,
que se derriten en una celosía y entonces
lloran y entonces arden.
Es el amanecer, el tiempo del posible.
El grito hace crujir los estadios retrógrados
en que se piensa, amargos, craterizados,
chamuscados en el apogeo de los
antiguos zumos de la verdad.
Estruendo frente a la puerta de roca:
desde la invisible frontera
de siderales cosmos
ha vuelto el dios.
Truena el afelio. Revienta.

 

Tengo que decir

 

Lo que pasa es que me cuesta admitirlo tengo
miedo de escribir que escribir no sirve
y tampoco es eso, no, tampoco es el exceso
de la duda que horada y agrieta y desdefine
es más bien la no práctica el abandono el segundo plano
el cortinado las borlas el pliegue de la sombra en luz morada
la vida caminar los impuestos el sexo lo que se supone
pero yo no te traicioné escritura
no cuando fuiste una infancia o una mujer a contrapelo
estuve ahí cuando estuviste a veces salí a buscarte
hubo siempre palabras en el fondo de tal mar
y sin embargo es amargo este letargo esta
forma de deslizarse la arena entre los
dedos los dedos sin firma y sin estilo y sin palabras
hay un infierno reservado para los como yo
que circulan por las lindes siempre de tu cuerpo
que no entran de lleno
jamás
vaya si hay un infierno
es por otra parte cierto que aquí estoy
nadando en tu seno senos pechos chupando blandamente
esa leche tuya grulla bella de papel
un gruyére soy cuajado por tus balazos
(si lo sabrá david el que dispara atento los viernes)
voló el tiempo y fue un vuelo de páginas
de hijos nonatos con el alma en el cielo en el suelo
en el cieno están sus almas bellas de papeles chorreados
no te traicioné pero duele y da vergüenza
escritura esto es lo que tengo que decirte
(no no esto no precisamente esto no la
forma de transcurrir la arena de sortear el destino no)
tengo que decirte que te amo
en el día en la lluvia y en la noche
como rayo como rapto como nieve o frustración
cuando estás cuando no estás en sueños en vela como mujer
como a mujer te dedico esta lágrima plegada entre
cenizas de versos que fueron
no basta con saber que no te traicioné no alcanza
es también otra cosa
soy torpe cual chico para esto sabrás
perdonarme he estado en vela estoy en velo pero
realmente se reduce a eso que
decía más arriba y que sigue y seguirá siendo amiga
tengo que decirte que te amo y no sé cómo se escribe

 

Las pastillas del abismo

 

en las hipálages demodés / en el prurito desesperante
en este mismo poema / te digo / se trafica medio principado
la hermenéutica abomina de las trilogías
y jala del absoluto apenas
es fiscal de las variaciones / de la finitud / de los abyectos
es un muñeco prestado a veleidades
sin esperanza un sacrificio
núbil que se entrevera / holla una luna en / algún laberinto
acá derramamos insidia / allá pistila la hermosura

 

A pesar

 

memorias de lo vedado
la cima cantábrica señalando
ese destituido sueño que nunca
emponzonó su promesa
en esta nubilidad devorada
repito la tortura del facilicidio
no sé nadar pero el soñante
tampoco me enseña
nos aturden las incongruencias
de geranio a soldenoche
somos pésimos soldados y tu cordura frontal
no ayuda
haremos un pesebre violento
los profetas dejarán sus delirieces
en el plato de terracota / en este mundo de venalidades
porque suponemos que morir es creación

 

Post-

 

¡Yo ungí al sacerdote etéreo! ¡Oigan, ascetas pedorros!
¡Oigan claramente! ¡Oigan, soldados entre mortales obras!
Hay que susurrar hasta gritar: esto ya lo han entendido.
Pero no objeten ahora. Han surgido nieves claras
y sólo yo comprendo.
Denme corrientes blancas, brutas diosas salvajes;
pero no gozaré, mi obra es esta nieve profunda y muerta,
no profetizo, apenas si exclamo: ¡Cobardía!
Explotar, gemir, romper. Putas mamando ansiosas
sin pudor. Yo dejaré hacer a la urdida concupiscencia
porque aparezco, crezco donde me desplomo,
cuando entrevero dos estériles trompas
en laborioso crujir.
Una tarde blanca entraré en el olvido.

 

Números rojos

 

Les debo el lugar tumultuoso, les debo
la corona partida según la costumbre antigua, quebrada en
súbitos venéreos pedazos.
La virtud es un manantial ojeroso del que nacen
fenómenos boquiabiertos que con coraje místico
liban, dicen yo, yo, asaltan con hambres duras
las ubres de la virtud, tabicadas.
El pasado personal, dichoso, merecedor de afecto,
les debo.
Les debo el esperma ígeno tras el corcovo
de diosas del lugar nunca ganado;
a cambio tengo pasto en ruinas, corrientes subterráneas,
un barco que ya se deja arrastrar.
Sé que expiraré, dormiré,
cuando brote el llanto de los cormoranes,
ni siquiera veloces, ni siquiera benditos, sin aceptar siquiera
la recompensa de los sagaces carpinteros.

 

Justificio

 

Sólo es la profecía de Muerte liberal
que junta nombres en cardumen mientras yo
lustro los racimos al modo perfecto,
castigo estudiantes dormidos, ahogo deidades mariconas.
Es como desear... Nunca he querido abolir
los cuerpos. ¿Dije una obviedad?
Balbuceé quimeras mientras ellos se incendiaban en el mundo,
leí palmas, distinguí argumentos en días eternos, cansinos.
Una palabra sola, quizá, contra tu profecía: la ruina
de algo disímil, de unas esculturas de cuerpos calientes
aunque estén bajo una luz desmayada.
No, mucho alboroto. Digamos la ronda sutil a veces
de hombres que entran y salen ominosamente,
sueños sin estrellas ungulando frases
contrarias a lo que acabo de escribir.

 

Sonaneto

 

Por más que no haya tiempo ni lugar
para el encuentro con que soñé hoy,
mejor sabelo: para siempre estoy
prendado de tu cuerpo, Lela Star.
Difícil dormir antes de las seis
si tu imagen se puede conjurar
a golpe de teclado y aguzar
la punta del deseo, Jenna Haze.
La noche juega con su propia ley:
no soy culpable de eso, Bella Rey,
ni de tus líneas tersas, Gaby Fox.
El alma de un poeta también es
sensible del derecho y del revés,
Aletta, Sasha, Traci, Rachel Roxxx.

Sebastián Lalaurette

Sebastián Lalaurette

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